27 febrero, 2017

El Cenit 10

Por : Axel Mayorga

 

Cuando México entró en el proceso de internacionalización de su economía en la década de 1960 y abandonó el modelo de desarrollo estabilizador, los gobernantes de entonces pensaron en incluir a nuestro país en la vanguardia de naciones que otorgaban diversas prerrogativas a sus ciudadanos. Así que desde ese tiempo y hasta la actualidad han ido adicionando diversas disposiciones a la Carta Magna y los mandatarios y sus compinches formularon leyes que entran en el tenor de las garantías sociales intentando, fallidamente, que el nuestra sea un Estado de Bienestar.

Pero (oh sí, casi todo tiene un pero) los políticos no tuvieron en cuenta que las instituciones mexicanas jamás tuvieron la capacidad de aplicar la mayoría de estos derechos y así nuestra Constitución se fue convirtiendo, más que en el documento base del país, en una declaración de principios y buenos deseos. Las muchas carencias del aparato estatal, pasando por nuestra idiosincrasia, vuelven inoperantes los enunciados de la Ley fundamental; en el camino el tan ansiado Estado de Bienestar se convirtió en un Estado Benefactor, un Estado paternalista y clientelar, que le regatea los derechos que dice otorgar a sus ciudadanos a estos, a cambio de cuotas de poder, poder que acaparan unos cuantos, esas élites que se han encaramado en las instituciones desde la época de la Revolución.

En fin, en 2012 al Artículo 4º constitucional se le agregó un párrafo, concretamente el sexto, que habla del derecho que tenemos los mexicanos al agua. Dice:

“Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible. El Estado garantizará este derecho…”

Viendo lo anterior uno pensaría: “¡que genial que la Constitución lo garantice!”. Más, por otro lado, que mal que no se cumpla tal precepto y he ahí la contradicción: ¿por qué nos otorgan derechos que luego no podrán cumplir u omitirán? Obviamente no es algo negativo, todo lo contrario, pero es decepcionante que el sistema después se dé de topes porque la gente se los empiece a exigir y en el cumplimiento de sus obligaciones las autoridades sean omisas o simplemente nos ignoren.

El derecho al agua es un derecho necesario en nuestro entorno. En “Hacer posible la reforma de la gestión del agua en México”, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) nos habla de la crisis que ya estamos viviendo en el tema del agua y que, conforme a las previsiones de crecimiento poblacional, en 20 años habrá otros 40 millones de mexicanos que necesitarán, como todos, agua. El vital líquido es la base de la vida, lo saben hasta los niños más chicos y en un lugar como este su carencia se siente y muy fuerte. Digamos que la ciudad de Matehuala ha crecido de forma desigual y con una pésima planeación (por no decir que sin ella) y esto me viene a la mente como una realidad lacerante, pues en mi colonia pocas veces hay una buena presión o a veces no hay ni servicio.

Ahora, piensen en la Matehuala de 20 años en el futuro: una ciudad de casi 150 mil habitantes, en medio del desierto y sufriendo las penurias del cambio climático y con una reducción enorme en la cantidad de agua que recibe cada uno de sus habitantes. ¿Qué tan llevadera será la vida aquí?

Desafortunadamente ya no somos el valle que colonizaron los españoles hace 500 años en el que había ojos de agua por doquier, ahora somos una mole polvorienta en la que vive un tercio de todos los que viven en el Altiplano Potosino, con una mala gestión del agua y también, por qué no admitirlo, malos hábitos en su uso y cuidado. El agua potable no es gratis y no será para siempre y cada vez nos costará más traerla a nuestros hogares. Sin duda habrá quien sugiera privatizar el servicio cuando SAPSAM se colapse sobre sí mismo por la falta de voluntad que hay por la clase política, aquí y en la capital del estado, por ver realmente la cara áspera y reseca del futuro que nos aguarda. Pero no, porque eso le resta votos a quienes lo aborden y la gente, desde esa óptica, sólo vive el presente. El mañana no existe (y posiblemente no lo hará).

¡Hasta la próxima!

Últimas notas