5 abril, 2017

El Cenit 13

Por: Raúl Axel Mayorga M.

 

México y la pasividad de sus ciudadanos

En 1950 Thomas H. Marshall publicó su ensayo Citizenship and Social Class (Ciudadanía y Clase Social) en el que abordaba un tema que todavía está en boga para los estudiosos de las Ciencias Sociales: la ciudadanía.

¿Qué entendemos por ciudadano? Marshall decía que el ciudadano es una persona de un determinado país que posee derechos que ha ido adquiriendo a lo largo del tiempo: derechos civiles, políticos y sociales. Para ejercer esos derechos, sostuvo Marshall, todos tenemos que ser iguales ante el Estado y el Estado ser uno de Bienestar, liberal y democrático. A esta concepción se le suele conocer como “ciudadanía pasiva”, pues se hace énfasis en las prerrogativas del sujeto, pero no en sus obligaciones en la cosa pública.

Al pasar de los años las ideas de este sociólogo británico fueron defenestradas: en la década de 1980, la Nueva Derecha, bajo el amparo de los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, sostuvo que no todas las personas son ciudadanas, pues primero hay que cumplir con ciertos requisitos, el más mínimo, que se puedan mantener a sí mismas. Lo anterior porque para los gobiernos tecnócratas, el Estado de Bienestar había hecho que los ciudadanos, con tantos derechos y tan pocas obligaciones, se hicieran dependientes del aparato gubernamental para subsistir. Como solución, redujeron los programas de asistencia y hubo reformas con tal de empequeñecer las burocracias, pues todo esto era un gasto innecesario.

El caso mexicano, viéndolo desde esta perspectiva, está en un punto medio o, mejor dicho, un punto muerto. Cuando Miguel de la Madrid asumió el poder en 1982 se iniciaron en México los gobiernos tecnócratas… Más no eran ni han sido neoliberales como los ingleses o los estadunidenses los gobiernos de De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, eran gobiernos que para algunas cosas sí aligeraron el aparato gubernamental (vía privatizaciones y recortes) pues, aunque subsisten los programas sociales, su motivación es otra: el uso clientelar para conservar el poder.

Sostengo que estamos en un punto medio porque sí, tenemos ciudadanos demasiado pasivos ante los sucesos de nuestro entorno, ciudadanos de brazos caídos que quieren todo y no quieren dar nada. Ahí estuvo el error del Estado de Bienestar devenido benefactor o paternalista en el siglo XX, que hizo de los mexicanos ciudadanos irresponsables, omisos, ignorantes.

Se acercan las elecciones en cuatro entidades de la República. En Nayarit, Coahuila y el Estado de México se eligen gobernadores y en Veracruz alcaldías; lo que le preocupa actualmente a quienes ejercen el Ejecutivo Federal es conservar el bastión histórico del partido hegemónico y tal pareciera que no están dispuestos a ceder ante la oposición. Más viendo a la gente, que acude a sus actos masivos a recibir migajas que ellos mismos pagaron, pues las despensas, las láminas, los animales, los tinacos, las becas no son pagados con dinero contante y sonante de los bolsillos de los políticos, son pagados con dinero de todos los mexicanos. Y qué pena que estos ciudadanos no abran los ojos o con más razón los cierren: perdemos la oportunidad de transformar al país por unas limosnas.

Por lo anterior, estoy a favor que los actuales gobiernos reduzcan la asistencia social, pues programas como Prospera y demás que operan los gobiernos federal, estales y municipales, pocas veces tienen un enfoque asistencialista y más enfocado en mantener a las personas sometidas, en una zona de confort, esperando que las autoridades les resuelvan todo cuando la realidad es que se tiene que poner más de su lado.

Sueño con un México donde la gente ejerza su ciudadanía de forma responsable y no sumisa, donde se castigue (no sólo con la opinión pública, sino con cárcel e incautaciones) a políticos corruptos como los exgobernadores Duarte, en el que todos tengan la iniciativa para salir adelante y no esperen que el Estado los mantenga nomás porque sí y donde el dinero de los impuestos se use para impulsar el desarrollo nacional y no para enriquecer a las sanguijuelas que cada tres años se postulan a los cargos de “representación popular”.

 

Por ahora sería todo, espero sus comentarios. ¡Hasta la próxima!

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