5 junio, 2017

EL CENIT

Por Raúl Axel Mayorga M.

 

¡Hola de nueva cuenta! Esta semana tocaré algunos temas de interés que me he topado desde mi última intervención en este espacio. La verdad, están ocurriendo tantas cosas a la vez que es difícil mantenerse al día, sin embargo, haré un recuento grosso modo de lo que ha pasado. Y, de ser necesario, escribiré una segunda y hasta una tercera columna esta misma semana para compensar mi ausencia. Dicho lo anterior, empecemos…

 

Pepe Nava y las críticas constructivas

El título de esta sección parece sacado de una mala copia de los libros de la célebre J.K. Rowling, autora de Harry Potter, y no es que esté comparando al alcalde matehualense con el personaje de la saga homónima, es que sencillamente no dejo de pensar qué entiende José Everardo Nava Gómez por “crítica constructiva”.

El pasado lunes 29 de mayo, al mediodía, en el programa de radio de José Paz Villanueva, el Presidente se quejó amargamente:

(…) lamentablemente también, José Paz, hay medios de comunicación que dicen las verdades a medias y eso es una situación que se nos complica. En lugar de ayudarnos con una crítica constructiva, que lamentablemente pues se ponen a magnificar las cosas en un momento dado y es lamentable que en lugar de ayudarnos a sobre todo crear esa certidumbre que se necesita en rubros tan importantes como estos (…) pues empiezan ahí a desvirtuar la información. Creo que no se vale, creo que no nos ayuda en mucho. Yo siempre he respetado a los medios de comunicación, pero que además siempre sea una crítica constructiva que nos ayude sobre todo a salir adelante…

Reitero, ¿qué entiende el edil por “crítica constructiva”? ¿Los “reportajes” que sólo hablan de lo maravillosa que ha sido su gestión, de todo lo bueno que ha hecho, que Matehuala está prosperando y que tiene un futuro terso? Tal es su molestia que se queja, ahora sí abiertamente, de que hay medios que ejercen una crítica que no es constructiva. Ah, y que por razones políticas. ¡Qué ridiculez! Reza el viejo adagio que el león cree que todos son de su condición y sin duda el licenciado Nava ha de considerar que detrás de las críticas no infundadas a su gobierno hay una motivación más allá de señalar los desperfectos del aparato burocrático que encabeza. Y es que muy probablemente con críticas constructivas Pepe Nava quiera decir que los medios o los ciudadanos le digan qué hacer y cómo. Creo que resulta más que obvio que con las críticas (así, a secas) bastaría para que corrigiera el rumbo de su anodina administración, pues si los medios señalan y la vox populi reafirma es porque pese a todas las propuestas, ha tomado las menos convenientes y ha dado los pasos equivocados.

Ahora bien, hay otro dicho que dice que por la boca muere el pez: presenciaremos de aquí a que Pepe Nava acabe su mandato (si es que no pide licencia alguna) una cada vez más difícil tarea de informar sin herir sensibilidades de él y sus subordinados. Veremos también la batalla de las críticas “constructivas” y las críticas que no lo son, con las que el presidente ha derivado quienes están con él y contra él, lo cual es una mala dicotomía que el munícipe ha ideado.

Se equivoca Pepe Nava, sus aplaudidores profesionales le han pintado un panorama que no es, y entre medios y reportajes que le favorecen y los que no ha derivado un “si no estás conmigo, estás contra mí”. Mal por su cerrazón, pero cada quien. Aunque alguien debería tomarse la molestia de recordarle al alcalde que en las democracias la gente puede estar de acuerdo o no con uno, lo que me lleva al siguiente punto.

 

 

Sobre el sagrado derecho a disentir

Estamos de acuerdo que una democracia se construye con base a acuerdos. Lo que no solemos considerar, muchas veces, es que previo a los acuerdos tenemos desencuentros con los demás. Esa es la esencia de esta forma de gobierno, que contrastar las ideas lleva a los gobernantes a tomar las decisiones más lógicas y acertadas, en beneficio de las mayorías. Para hacerlo es necesario el disenso, discrepar, no estar de acuerdo.

Volteemos al pasado inmediato del país: durante el siglo XX era imposible que la gente se quejara porque eso significaba que no se estaba conforme con lo que se tenía. Por lo tanto, aquel que criticase al régimen era un paria, un traidor, un malagradecido. Empero, la sociedad civil dio pasos firmes para acabar con esa diferenciación que hacía el Estado, pues no estar de acuerdo no significa que uno no tenga afinidad con algo, simplemente que no nos parece. En el caso de la política, hace décadas discrepar era sinónimo de ser contrario al régimen nacido de la Revolución y ello provocó persecuciones, desapariciones y otros crímenes perpetrados por el mismo Estado.

Más todo comenzó a transitar a partir de 1968, con la matanza de Tlatelolco y después con el jueves de Corpus Christi en 1971; el mismo régimen tuvo que ceder para no implosionar sobre sí mismo, aunque siguió dominando todo aspecto de la vida pública de la nación. El paso de los años evidenció que esa tendencia a creer que sólo el gobierno estaba en lo cierto fue una de las fuentes de la mala política económica que azotó a México desde mediados de los años setenta y hasta su cúspide en 1994, con el error de diciembre.

El que el bolsillo de los mexicanos se viera afectado fue el verdadero detonante de los cambios vistos a partir de 1997 cuando el Partido Revolucionario Institucional perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y después, cuando en el 2000 Vicente Fox ganó la Presidencia. A este último dato agrego que opino que Fox no fue un demócrata (tampoco sus dos sucesores), pero el inicio de su gobierno marcó un hálito de disensos que todo país democrático debe vivir. Aunque los logros de los últimos veinte años tienen sus bemoles.

La falta de uniformidad en la opinión pública pone de malas a las élites políticas, pues la ciudadanía les exige más: transparencia, rendición de cuentas, eficacia, eficiencia, honradez, humildad, espíritu de servicio, y esos valores no los llevan en la médula. La clase política, conformada por dinastías, lleva gravada en su ADN el querer ser superiores a todos, ser servidos y tener a su disposición los recursos de forma discrecional. Cualquiera que ose desafiar ese estatus quo es de lo peor, un oponente, una pieza más a derribar en el tablero de ajedrez de la cosa pública. Por eso, es más que necesario refirmar nuestro derecho a no estar de acuerdo, no sólo con el vecino o el amigo, sino con el que está arriba, para que sienta que es observado no por dos ojos, sino por miles de ellos.

 

De todo un poco y hasta más

Para finalizar esta larga columna, no causó sorpresa, pero sí indignación a escala mundial, que Donald Trump decidiera sacar a Estados Unidos del Tratado de París. Era fácil prever que lo haría, fue una de sus promesas de campaña. Ahora bien, en el momento en que escribo esto ya se han realizado las elecciones en cuatro entidades de la República y la joya de la corona, el Estado de México, se avizora como escenario de un encontronazo poselectoral entre el PRI y el partido del Peje, Morena. A ver qué tal se pone.

 

¡Hasta la próxima! Espero sus comentario y gracias de antemano por compartir esta columna 😉

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