Disney arreglando Disney… O algo así
Por Adrián Martinez Nava
El miércoles 3 de Julio, Disney decidió revelar quien interpretaría a Ariel en la nueva película de La Sirenita y el internet, colectivamente, se volvió loco.
Halle Bailey, artista y miembro del dúo de R&B CHLOE X HALLE, fue la elegida. Pero por lo que el internet está tan molesto es que ella es… ¡De raza negra! Y eso, según palabras del público, es una falta de respeto al material original. Otra táctica barata de Disney para complacer a las minorías con un movimiento mercadotécnico, todo en nombre de la diversidad.
Y antes de explicar por qué Disney toma las decisiones que toma, debemos aclarar una cosa: Si tu problema con Halle como Ariel es que no se parece a la de la película de 1989, porque hay “perfiles”, eso es racismo y no hay otra manera de ponerlo o suavizarlo. Estás objetando que una persona negra pueda interpretar a un personaje ficticio, que literalmente no existe o existió, porque es negra. Tiene más sentido objetar la falta de intención de Disney de darle el papel a una VERDADERA SIRENA si en esos términos nos estamos manejando.
La discusión alrededor de La Sirenita y la imagen problemática que postula para niñas pequeñas nunca fue sobre raza, enlistar a Halle es sólo una cuestión estética, que resulta positiva en un mundo que desesperadamente necesita más representación de gente diferente. El verdadero problema, que me imagino Disney tratará de arreglar, es el hecho de que una joven de 16 años renuncie a quien es ella por un hombre al cual acaba de conocer, porque está guapo, entre otros más.
Pero, corajes y bilis aparte, este tema es un hincapié para hablar de una tendencia en la cual Disney ha decidido comenzar sus nuevas batallas. La reinvención de viejos clásicos para corregir quejas que el público les ha comunicado durante años. Algunas coherentes, otras no tanto.
Algunas de estas películas parecen tener una mejor construcción y desarrollo de temas para mejorar problemas estructurales y darle más profundidad a personajes que eran antes planos recortes de cartón.
Maléfica (2014) propuso que era juzgada de manera errónea y el lente a través del cual veíamos era poco confiable, cortesía del narrador.
Otras, como La Bella y la Bestia (2017) tratan de arreglar “problemas” que la gente encontró, pero realmente no eran problemas o necesitaban arreglarse en un principio. ¿Por qué los sirvientes del castillo también están encantados? ¿Por qué Bella no es más subversiva o más feminista? O el clásico e infra investigado “Es una película sobre el síndrome de Estocolmo”, a lo que les respondo, NO.
Aladdin (2019), la cual llegó a los cines este año, intentó liberarse de este movimiento corporativo, estableciéndose como una película acerca de diversión, música y colores, que una serie de observaciones a su versión previa. Pero los viejos hábitos mueren al último.
Entonces, si se están preguntando si este artículo es una queja sobre como críticas de cine poco objetivas usando títulos escandalosos para quejarse de detalles insignificantes influye negativamente en las nuevas tendencias fílmicas, su meta-comentario y desarrollo usando los remakes de Disney como objeto de discusión. Si, si es.
Nuestra historia no empieza con Maléfica, ni con Bob Iger, el papá del Disney moderno. Michael Eisner, quien fuera CEO de Disney desde 1984 a 2005, trabajó para Paramount años antes y fue ahí donde acuñó su filosofía con la cual dirigió la producción de películas hasta su retiro en 2005.
En 1981 Eisner dijo: “No tenemos obligación de hacer historia. No tenemos obligación de hacer arte. No tenemos obligación de hacen ninguna declaración. Hacer dinero es nuestro único objetivo. Para hacer dinero, debemos hacer siempre películas entretenidas, y si hacemos películas entretenidas, a veces de manera consistente haremos historia, arte, una declaración o las tres. Quizá alguna vez ganemos premios…”
Eisner, a pesar de su meta, generar dinero, era consciente del prestigio que el nombre de Disney trae consigo. Está preocupación llevó a la compañía a restringir la exposición de viejos clásicos al público, por el peligro que él percibía como “abaratar la marca”. Irónicamente, esto resultó en la eventual creación de secuelas directas a VHS, que si bien, eran inversiones seguras, definitivamente disminuyeron la calidad de lo que era el estándar previo en la producción de Disney. El Jorobado de Notre Dame 2, La Sirenita 2, Cenicienta 2 y Cenicienta 3: Un giro en el tiempo, aprovechan la popularidad de sus predecesoras para mejorar sus ventas, pero son sólo intentos rápidos de generar ingresos. Excepto por La Cenicienta 3: Un giro en el tiempo y estoy dispuesto a morir en esa colina de ser necesario. Esa está padre. Pero me estoy distrayendo
Más la tendencia de traducir sus clásicos animados a películas con actores reales no empezó con Maléfica, no, de hecho, no empezó en el mundo del cine. Disney comenzó a diversificar sus esfuerzos lanzando en 1994, La Bella y la Bestia: El musical, seguido del Rey León en 1995. Pero en el mundo del cine, la primera película en recibir el tratamiento “Pinocho” – De niño de mentiras a uno de verdad – fue El Libro de la selva en 1994, la que es una serie de decisiones cuestionables. Pero la verdadera ganona de esta generación fue 101 Dálmatas de 1996, estelarizada por Glenn Close, cuyo éxito le garantizó una secuela.
Pero, donde Maléfica y Cenicienta sí crearon tendencia y sus predecesoras no, fue en la forma en que abordó su inserción. Michael Eisner es famoso en el canon histórico de Disney por supervisar el “Renacimiento” de películas animadas que experimentó la compañía, pero también es famoso por ser malo tomando decisiones. Por cada buena idea, Eisner tomaba 3 malas. Iger, quien yo creo es más listo que Eisner, por mucho, internalizó las lecciones aprendidas y las adaptó a un mercado más hambriento por un discurso más variado y sensible. Invirtiendo en recuperar la calidad antes asociada con Disney.
Disney y sus películas clásicas, siempre han sido objeto de discusión sobre los problemas sociales que inculcaron generación tras generación. Algunas de estas observaciones son válidas, otras son hiperbólicamente quisquillosas. Sin embargo, reconocerlas y volverlas parte del discurso de la compañía en forma de comedia, resulto ser lo que hacía falta para revitalizar una sección del mundo cinematográfico de Disney que pensábamos muerto. ¿Y quién es el culpable de esta revelación?
El magnum opus de Bob Iger y su nueva filosofía, Encantada de 2007, fue el plano de esta nueva forma de hacer películas. Es al mismo tiempo un homenaje y burla de antiguos filmes, haciendo obvios los errores en cómo se cuentan estas historias, y lo mal que se adaptan a las necesidades sociales y mediáticas actuales.
Maléfica, después de que sus alas le son arrebatas por el hombre que amaba, vive incomprendida y en aislamiento. Y sólo toma la presencia de un alma amable que le ayude a sanar para confrontar al perpetrador y arreglar el mal en el que pusieron su nombre. Nada es lo que parece.
El Libro de la Selva le da otro ángulo a Shere Khan, infiriendo que tal vez, quizá y pudiera ser que tuviera razón, y Mowgli es en realidad un peligro.
La mayor víctima de esta forma de producción es, indiscutiblemente, La Bella y la Bestia, que al intentar arreglar algunos de los puntos que gente en internet ha estado criticando, terminó incluyendo tramas o ideas que no ayudan a avanzar la trama, o establecen situaciones que no llevan a ningún lado. Gastón, ahora es arrogante y violento porque tiene desorden de estrés postraumático. Cuando el punto de Gastón, y del pueblo por proximidad, es cómo la validación de conductas negativas por un grupo de individuos puede generar y crear un individuo que se sienten por encima de los valores sociales y fomentar esas mismas conductas negativas en los demás. Darle una característica redimible no hizo nada y concluyó nada. Qué el pueblo fuera un grupo de idiotas por culpa de la maldición que afecta al castillo, sólo por hacerlos más agradables para la escena final, fue innecesario y contradice el punto original: la gente puede ser mala en un grupo guiado por un líder carismático y malvado.
Aladdin tampoco pudo escapar este tren, en la cual se incluyeron dos tramas las cuales no llevan a ningún lado, porque parece que Disney obligó al equipo de producción a incluirlo de último momento. El primero es Jasmine, quien parece ser políticamente más activa y dispuesta a comenzar una revolución con el empujoncito correcto. Y Jaffar, quien ya aclaramos en esta versión, es NO HOMO, sus intereses son más políticos y menos viejo rabo verde. Pero estos puntos, aunque interesantes, se ven diluidos entre el esfuerzo inhumano realizado para mantenerla divertida como la original.
Mulan, en su nuevo avance, muestra que está dispuesta a hacer concesiones con respecto a la trama de la película de 1998, por algo más fiel a la historia original en nombre de intentar no apropiarse insensiblemente parte de la cultura china muy a pesar de las opiniones del público estadounidense.
Y Dumbo… Bueno, realmente nadie se preocupa por Dumbo. Lo único que debían hacer e hicieron fue cortar a los Cuervos.
Regresando a esa cita de Eisner: “No tenemos obligación de hacer historia. No tenemos obligación de hacer arte. No tenemos obligación de hacen ninguna declaración. Hacer dinero es nuestro único objetivo. Para hacer dinero, debemos hacer siempre películas entretenidas, y si hacemos películas entretenidas, a veces de manera consistente haremos historia, arte, una declaración o las tres. Quizá alguna vez ganemos premios…”
Iger, entendió, hoy en día que hacer arte, hacer historia y hacer declaraciones es parte de lo que Disney tiene que hacer en pleno siglo XXI para hacer dinero. Pero tomar todas las observaciones como positivas puede concluir en una serie de decisiones dudosas y crear nuevas problemáticas por falta de objetividad.
Todas las opiniones son válidas si se les interpreta fuera de contexto, pero sólo las que hablan coherentemente de los problemas actuales y no los tratan como comodidades que generan ingresos, son las que, inevitablemente, harán historia, arte, y mejorarán declaraciones.