El Rincón Del Mago
Las Malas Costumbres del Poder 3:
Cuentos de morenistas, ridículos y fichitas
Abelardo Medellín Pérez.
Vuelve el rincón, ¿y con qué tema puede volver este espacio de crítica y pedradas de análisis público? Ya sabemos que una candidata, la primera independiente de la historia, abortó su misión por una congruencia que ningún otro candidato tiene. Sabemos ya que el Bronco está a una semana de proponer guillotina legislada por el senado, todo por no morir en la irrelevancia política. Conocemos el caso de Nestora Salgado, la primer gran amnistía a una secuestradora, aún sin que AMLO llegue a la presidencia. Es de dominio público que lo único en lo que ha mejorado Meade, es en alzar la voz en los eventos y bajar en las encuestas. Claro, también nos hemos enterado de como Anaya, paso a ser una frase celebre del candidato Obrador y se ha especializado en retocar portadas de PROCESO y decir palabras mal sonantes en debates. En fin, han pasado muchas cosas en el proceso electoral que vivimos, sería difícil enumerarlas todas, hablar de todas o siquiera considerar relevantes a la mayoría. Por ello, nos atendremos en esta ocasión a hablar de lo único que necesitan las redes: algo de claridad.
“¿A caso el rincón del mago va a volver a hablar de AMLO?”, algo así; “¿por qué, no se han cansado de tirarle, cual PRIANISTA, al partido de oposición más incongruente y mayormente defendido del país?”, no, nos hemos cansado ni nos cansaremos y, como ya se dijo, esto es necesario. Las cosas son así: el suelo mexicano internauta está plagado de dos tipos de personas, las que no tienen un mínimo interés en la política y se dedican a burlarse o se abstienen en mencionarlo, y por otro lado están los que se dedican a defender (como si fueran López Portillo con el peso) con rabia y dientes para afuera a López Obrador, son tantos y son tan desentendidos que vemos como nublan la claridad democrática de las redes sociales y añaden, al igual que todo buen seguidor, una pizca de los valores que ya representan al movimiento morenista.
¿Cuáles son estos valores?, bueno, los valores del PAN, podrían bien ser el engaño y ya la limpieza (de los billetes); los valores del PRI, y asociados, podrían ser el caciquismo y la corrupción; los del bronco podrían ser… ¿el carbón y comparar a su mujer con su caballo? En fin, pero estos candidatos no nos traen hoy aquí, porque lo importante de la crítica es darle atención a quien atención merece; el señor puntero. ¿Los valores de AMLO?, quizá baste con uno: el ridículo.
No, no basta con agregar nuevas frases a la clase política con cada campaña que dirige. No, no es suficiente con convertir sus presentaciones locales en tianguis de proselitismo, donde “la buena voluntad” de la que vive (y no genera percepciones fiscales al parecer), pareciese venir de los seguidores que pagan por tazas, paraguas y playeras con el rostro caricaturesco de su líder preferido. No, nada de esto basta, ¿analizar los errores y ridículos del candidato Andrés Manuel?, lleva más tiempo en la agenda pública que Peña Nieto y sabe menos inglés, sería titánico, enciclopédico, el trabajo de contar sus errores y resbalones, esperamos, no intencionados. Entonces encontramos una forma más eficiente de medir el ridículo como valor rector del movimiento de regeneración nacional: sus representantes.
Para muestra, cuatro botones. ¡Qué decimos botones, fichitas, y de esas de muchos colores distintos!
El primer caso: comencemos del más chico al más grande, Antonio Attolini. Representante de la coalición “juntos haremos historia”, el joven politólogo, tal como lo pueden llegar a conocer, con bello fácil abundante y sin pelos en la lengua, deja en claro una cosa; si tiene buen bello facial y limpia la boca, es porque sabe hacer la barba. Y no, no solo se trata de su amor incondicional a los movimientos de “izquierda” (perdón, no había comillas más grandes), porque para esos amores al líder morenista, ya hay muchos seguidores que no necesitan titula del ITAM para hacer lo que este representante hace. Comencemos con aparecer en una mesa de opinión política vestido como “Jedi” para explicar propuestas. ¿Buscaba que la fuerza incrementara en las propuestas de impunidad e imponer fiscales?, no lo sabemos, pero tampoco queremos conocer las razones reales. ¿Suena suficientemente ridículo y con poca seriedad?, pues al menos no suena centrado, ni congruente, pero miren el lado bueno, su atuendo no fue lo único incongruente que presentó Attolini en esa ocasión. De acuerdo, suena risible, poco serio y deleznable, pero puede ser lo único que ha hecho. De nuevo no. También tenemos aquella vez en que, cuando se le preguntó sobre la salida de la ex candidata Margarita Zavala, ¿qué hizo el joven Attolini?, lo usual en un representante político, estudiado, conocedor y muy morenista: sacar unas palomitas sin decir nada y comenzar a comerlas mientras se desentendía de la indignación de sus compañeros de análisis.
Podemos entenderlo, así son los nuevos, las nuevas generaciones pueden ser memes andantes allende de tener cargos de representación popular. Si esto es cierto, ¿quién nos explica el caso que sigue?
El segundo caso: Mario Delgado Carrillo, economista y político mexicano, hoy senador por el Partido del Trabajo y representante esporádico de la coalición dirigida por Andrés Manuel. Un hombre serio, de carrera larga en la política nacional, conocedor de los temas económicos y seguro uno de los asesores fuertes en este rubro dentro de la campaña presidencial de Obrador, sin embargo, como todo seguidor genérico de un movimiento que demanda tu falta de pena y muchas ganas de hacer el ridículo, el senador Mario Delgado tenía que tropezar. En el programa de López Doriga, “Si me dicen no vengo”, al señor Carrillo le pareció la mejor de las ideas enarbolar la ola de acusaciones de sátrapa contra Anaya, ¿qué faltaba por decirle?, ya entendimos todos, es un mentiroso, ¿qué aportó Delgado? Dijo que Ricardo Anaya había mentido sobre la procedencia de su mágico costal migrante que aparece de la nada y mencionó que no habíamos visto todo el costal; acto seguido le dio la vuelta y mostro un letrero adornado con signos de dinero que decía “LAVANDERÌAS BERREIRO”, refiriéndose al escándalo de lavado de dinero del que se acusa al candidato Anaya. ¿Satírico, pertinente, correspondiente al nivel del debate que se sostuvo?, a todo diremos que no, porque, una: es un senador, no un seguidor de cuenta trunca en Twitter compartiendo memes, dos: le estaban cuestionando de otras cosas que nada tenían que ver con las cuestiones de lavado de dinero. Pero mire, no se preocupe, senador, porque donde los especialistas ahí presentes no hicieron más que morirse de vergüenza por la calidad de política que usted representa, seguramente en otro lado alguien que no sabe quien es Barreiro, pero conoce las frases más famosas de AMLO, le aplaudió muy orgulloso de ese calibre de ridículo.
El tercer caso: la presidente y secretaria general del partido Movimiento Regeneración Nacional, la señora Citlali Ibáñez Camacho, mejor conocida, desde hace tiempo ya, como Yeidkol Polevnsky. Nuestra tercera fichita del partido MORENA, siendo su presidenta, demuestra por completo que la virtud del ridículo es un menester que, como barrer las escaleras, comienza por arriba. De entrada, las penosas intervenciones que presenta en cada mesa de opinión a la que asiste, callando candidatos, denigrando el nivel político de sus compañeros de debate con sus quejas, interrupciones arbitrarias y calificativos incoherentes. Tener a Yeidkol en una mesa de opinión es equiparable a tener al Bronco en un debate serio o al PRI de nuevo en Los Pinos: una situación penosa en extremo. Digo, tampoco podemos olvidar el habito de la presidenta Polevnsky, de regalar productos propagandísticos como aquellas calcetas con caras de Obrador que le dio a López Doriga, o estas carcasas para celular que ella y todos sus subalternos del partido (entre ellos el senador Mario Delgado, por cierto) presumen en los medios nacionales; sí, estos protectores que por detrás dicen en letras grandes “AMLOVE”. En resumidas cuentas, un espectáculo andante que resiente con tanta fuerza a la clase política después de haber perdido el Gobierno del Estado de México en 2005 contra, ¿adivinen?, Peña Nieto. Imaginen cuanta rabia, y ridiculez, queman a Yeidkol al ver que su contrincante victorioso, terminó siendo presidente de la república. La entendemos señora Citlali, no es fácil mantenerse en niveles como los del PRD (partido al que perteneció) o a los del PAN (partido del cual su padre fue un digno y gran representante), cuando se tienen que cumplir las cuotas de ridículo de un líder tan exigente en ese sentido como lo es Andrés Manuel.
Por último, pero por supuesto que no menos importante, la fichita cuarta, apocalíptica y rinconera de: sus seguidores. No, no diremos votantes, porque no sabemos si la mayoría de ellos llegaron a votar por él alguna vez… o hayan votado en algún momento. Diremos seguidores, de manera análoga a como se haría si habláramos de quien cura el pecado de los corruptos (como AMLO con Napoleón Gómez Urrutia). Los seguidores de este movimiento se han convertido, o al menos así se revelan, como los participantes políticos más reacios al cambio, a pesar de asegurar que buscan cambiar algo. No aceptan criterios en contra, defienden opiniones contrariadas, tienen que cambiar de postura cada semana según cambie de idea López Obrador, tarea imposible para un periodista o ciudadano común con el mínimo de congruencia, pero para ellos eso no es problema. Ellos están ahí para dar la cara por su mártir político preferido. “Porque, peor es el PRIAN”, argumentan muchos. “México merece un cambio”, consideran otros. Pero, como el mismo Obrador, estos seguidores, arrastrados al ridículo, se ven confrontados con una realidad que no saben solucionar con las propuestas dedàlicas de su candidato y terminan por taparse los oídos y gritar fuerte “¡AMLO 2108!”.
Al final, el ridículo parece ser un modelo que termina por gustarle a ese sector de la población dedicado a inflar la ventaja contra los demás candidatos. Es un buen modelo, pero tranquilos, no es una idea original del señor Obrador o de sus representantes. Nadie debe olvidar, nunca, que AMLO no apareció por designio divino, aunque a muchos les gustaría creerlo, sino que es un tentáculo cercenado de un muy viejo PRI. Este ridículo es el mismo de López Portillo llorando en su discurso o Díaz Ordaz justificando una matanza. Un ridículo cínico traído de los cuarteles del priismo, así de sencillo. No confundamos su ridículo partidista traído de la izquierda populista del PRI, con ocurrencias al aire que merezcan aplausos. Como dijo alguna vez Jorge Castañeda; “PRIAN; no, más bien PRIMOR”.