El rincón del Mago
A la sombra del toreo
Por Abelardo Medellín Pérez.
Mucho, en serio mucho ha pasado desde la última vez que el rincón se reescribía y nos adentrábamos de nuevo en esos ejercicios de reflexión y revisión. Para ser sinceros, este espacio de crítica esperaba algo más que solo desaciertos políticos o escándalos muy públicos. Se necesitaba un tema de fondo para revitalizarlo; no sabemos si ese tema ha llegado o ha concluido como para hablar de él, pero sabemos una cosa: por lo menos, esta vez, no tiene que ver todo con política.
Para contexto, un botón. Hace un poco más de una semana, el sábado 16 de febrero se celebró la primera corrida de toros en la Monumental Plaza de Toros el Paseo. La corrida se llevó a buen puerto y fue una tarde de disfrute y complacencia en compañía del rejoneador Diego Ventura. Hasta ahí todo normal, una fiesta controversial dándose cita con su propia voluptuosidad y el sector de la población que la degusta haciendo lo propio.
Sin embargo, en esta sociedad de escrutinio y propiedad exhaustivos, pocas son las ocasiones en que alguien pueda sonreír sin escuchar después el “¿de qué te ríes?” de un prójimo, y esta fiesta brava no fue la excepción. Ya al inicio de la semana del 18 de febrero, se hacían escuchar voces mezcladas que provenían del Congreso del Estado y de activistas antitaurinos. Los unos representando los intereses de la ley, los otros enarbolando los intereses de la sociedad.
Lisbeth Muñoz del colectivo antitauromaquia, y la voz de la ley del diputado local Pedro Cesar Carrizales “Mijis”, denunciaron una infracción a la ley de parte del ayuntamiento capitalino con respecto a la corrida de toros del día 16…
¿Ahora qué hizo el gobierno capitalino que otros ayuntamientos debamos aprender a evitar?, ¿a caso Xavier Nava en la capital fue quien dio estocada final al toro ese día?, ¿la presentación se realizó con recursos de procedencia dudosa?, no, el problema real fueron los asistentes, o por lo menos una parte de ellos; el problema eran los niños.
Al parecer dicha corrida ocurrió y terminó con la presencia de menores de edad en la Plaza el Paseo, lo cual representa una violación al Artículo 72 de la Ley Estatal de Protección a los
Animales, que menciona algo como: “queda prohibida la presencia de menores en los actos de sacrificio de animales”. De ser cierto, que lo fue, representaría una flagrante y obvia negligencia de parte de los organizadores y los prestadores de permisos municipales.
Ahora, veamos el fondo detrás de todo esto, ¿qué demuestran las acusaciones de los grupos antitaurinos y las acciones de los diputados ante enormes descuidos?, nada. O por lo menos pareciera que no están dispuestos a hacer mucho más de lo que ya se intentó.
Marité Hernández Correa y Pedro César Carrizales Becerra “Mijis”, presentaron el 14 de febrero un punto de acuerdo para exhortar a las autoridades y a la Comisión Estatal de Derechos Humanos a arreciar las medidas precautorias sobre evitar la entrada de menores en corridas de toros y peleas de gallos. ¿Qué ocurrió?, pues se rechazó… 15 votos en contra, 3 abstenciones y 5 a favor. ¿Por qué?, pues porque los diputados, de forma muy congruente mencionaron que dicha concepción ya estaba en la ley (Artículo 72, ¿recuerdan?), y pues ni para qué monologar de más.
Lo anterior representa el intento de los diputados por hacer algo, que loable; casi servía de algo, pero casi nunca es suficiente, sobre todo en políticas públicas. Por su parte, los activistas colgaron pancartas y se pronunciaron en contra el día del evento lo cual sirvió tanto como darle una fotografía de aire a un hombre que se ahoga: muy visual, muy representativo, pero poco abordable en lo práctico. Perdida de impresión y tiempo.
Esos fueron los dos actores de la oposición a la violencia y el maltrato tanto físico animal como psicológico del niño. Y con esto solo hemos hablado de la forma, y de una muy específica. Ya ni siquiera tratemos el tema de que la tauromaquia podría representar una barbarie nefasta y cuya violencia alcanza niveles insoportables para la sociedad del siglo XXI en la que vivimos. Ni hablemos tampoco de que, por otro lado, la negación y lucha contra la tauromaquia puede llegar a ser en nuestro tiempo una batalla sin sentido en contra de una cultura (aunque le duela a la máscara hipócrita de nuestra civilidad, sí: es cultura) que no deseamos comprender por nuestra inherente incapacidad de aceptar la muerte y nuestra preferencia por ir en contra de cosas que creemos “malas” por ser complejas.
Este continúa siendo el tema controversial y multifacético que siempre ha sido, aunque, en lo que atañe a la ley, debería ser tan simple como: si incumple se sanciona, y no fue así. Temas difíciles como estos, deben ser juzgados por los afectados y los relacionados, y regulados por
las personas encargadas de proteger al que no se pueda proteger de estas prácticas, pero ya ni de la violencia enjaulada se puede proteger al niño.
Es obsceno lo poco comprometidas que están las autoridades a cumplir el fortalecimiento de medidas acautelares que protejan a los niños de esta o cualquier otro tipo de violencia. Por que bien me pude haber puesto la camiseta de tía preocupada y soltar un texto extenso quejándome de los videojuegos o los videos de internet, pero esto ya no es 2009 y hay una diferencia abismal entre un caso y otro. Además, si por algo tratamos este tema en el rincón, es porque estamos a favor de todo tipo de expresión y cultura de lo que nos hace humanos, pero no de las prácticas que rayan en la infracción de la ley o el perjuicio de un sector vulnerable.
De parte del rincón, esperamos que la fiesta brava viva mil años más y siga enseñando a generaciones de hombres y mujeres la valentía del torero, la fuerza de la naturaleza y la desenfrenada lucha inminente en que nos vemos envuelto. Mas también esperamos que si existe alguna normativa al respecto, se cumpla, no queremos que censuren una práctica por las razones equivocadas; al final, no hay razón suficiente para acotar el arte, pero sí existen errores que manchan el buen nombre de una celebración humana.
Serán tiempos de sancionar a quien se tenga que sancionar y respetar a los que respeto y protección merecen, veamos que logran hacer nuestros representantes y vigilemos lo que no puedan tocar. Por que aquellos que siembran desinterés y negligencias, cosechan consecuencias.