A tinta fría
15 octubre, 2017

A tinta fría

Por Abelardo Medellín Pérez.

 

En esta, una tarde iluminada de octubre, un servidor se dio cita con dos jóvenes entusiastas que a bien tuvieron acompañarme a platicar sobre dos temas muy presentes en México. Solo para comenzar, debo aceptar que preferiría que estos temas fuesen el periodismo y la verdad, o la prensa y los deportes, la política y la comunicación. De verdad, cualquiera de los anteriores, hubieran sido temas que valdrían infinitamente la pena. Lamentablemente nuestro dinamitado país solo nos ha ofrecido hilo para hablar de aquello que es cierto y siempre presente: el miedo y el peligro.

Claro, estos dos jóvenes son periodistas, o al menos se están formando y preparando para algún día entrar al campo profesional. En la actualidad, lo que los hace sentirse más allegado a esta profesión, es la percepción de riesgo que saben acarrea el hacer periodismo.

Entonces tenemos a nuestros dos iniciados en el campo. Por un lado, tenemos a Carlos Trejo, que, sorprendentemente, no tiene nada que ver con fantasmas o lo paranormal, sino más bien con el futbol y la cobertura de medios deportivos. Carlos tiene 20 años y está próximo a cumplir la mayoría de edad mundial en unos días. Su película favorita, desde la infancia, es “Tarzán”, disfruta el balón pie con sus amigos y de vez en cuando un cigarro matutino. El otro de nuestros jóvenes iniciados es Isaac, oriundo de Soledad de Graciano Sánchez, Isaac disfruta los placeres culposos de series en internet y de vez en cuando un buen documental. Tiene 21 años y desde muy joven ha estado interesado en el periodismo impreso y el de investigación.

Ambos son muy, no solo diferentes, sino diversos. Carlos prefiere el rojo e Isaac el azul. Alguno seguro prefiere quedarse en casa y el otro preferirá salir con amigos. Carlos espera trabajar en periodismo deportivo e Isaac preferiría hacer una carrera de fotoperiodismo. Sí, son distintos, pero han llegado a una plática conjunta reunido por su futura dedicación.

Uno podría pensar que buscando especializarse en deportes y periodismo fotográfico, no correrán peligro al alejarse de la fuente política y las notas policiacas. Sin embargo, en un país donde hay represalias incluso al pisar el suelo trapeado, es difícil que aquellos que buscan la verdad sientan que hacen lo correcto.

Entendámoslo desde este punto de vista; recientemente en nuestro estado, despertó la alarma del peligro para todo aquel que pertenezca al gremio periodístico. Un colega asesinado no es para menos. A nivel nacional, cada que un suceso como estos ocurre, tenemos dos moles de opiniones. La de periodistas que ejercen su profesión o la de comunicadores retirados en conjunto con grandes opinadores. Sin embargo, ¿sabemos que piensan aquellos que en un futuro se encargaran de informarnos?, ¿la inseguridad y, su gran amante, la impunidad, han mermado el espíritu de informar la verdad, dentro de aquellos que han decidido tener como deber el comunicar? Con la tenacidad característica del buen reportero, puede que la respuesta a la segunda pregunta sea un “No”, pero qué tienen para decir los futuros integrantes del gremio.

“La libre expresión, no se está permitiendo como lo estipula la constitución”, acusa el joven Trejo mientras charlamos. Él menciona, que, para su campo, el deportivo, actualmente se cuenta con una increíble y muy completa cobertura. Sin embargo, reconoce que el periodismo tiene un latente problema sin solución aparente. Comenta que le periodismo conlleva riesgos en todo el país, pero dice que no imaginaba la magnitud en que estos riesgos pudieran alcanzar la ciudad capital de San Luis y a su estado. Considera que los niveles de inseguridad para esta profesión en nuestro país, son una vergüenza, y los esfuerzos que existen en la actualidad por parte de las autoridades solo pueden ser descritos como mediocres.

Carlos dice: “la vida de un periodista no debería estar en riesgo por hacer su trabajo”. Con justa razón lo dice, la solución que él propone, tiene que ver con la unión y apoyo de los periodistas entre ellos. Pues, como el menciona “es el gobierno en alianza con el crimen organizado” el que está colocando al periodismo en situaciones de riesgo, y, de ser cierta su aseveración, se justifica la frase que declara con respecto a pedir ayuda: “no tengo idea de a quien recurrir”.

El gobierno, al menos para el periodismo que viene, no es ni siquiera una fuente, se ha convertido en el antagonista de la verdad, un enemigo, pero no solo al nivel de contra peso que ha descrito alguna vez Sergio Ramos, no, ha llegado al punto de ser el cañón del arma.

Entonces, Carlos le cede la palabra  a Isaac y, en un ejercicio de triste, pero efectivo resumen, este último nos describe el periodismo mexicano: “riesgo”.

“Quien no arriesga no gana […] el periodismo gana la verdad”. “Es una profesión, pero también es una necesidad de la sociedad”.

Isaac es un iniciado que aspira a trabajar en un medio digital con la modalidad para hacer fotoperiodismo. Su anhelo es capturar las necesidades de la sociedad a través del lente ineludible de la cámara, para después poder denunciar aquello que no han sabido resolver las autoridades.

Allende de sus sueños, entiende que el riesgo como la fotografía, son ineludibles en el negocio de la información nacional. Tiene razón: según el comité de protección de periodistas, México se ha convertido desde hace algunos años en el país más peligroso para ejercer el periodismo, ocupando el nefasto primer lugar por encima de países como Siria, Irak y Libia. A la par de esto, habría que recalcar que en 2017 cada 16 – 18 días, es abreviada la vida de un periodista. Por no utilizar palabras más lúgubres.

Conociendo la poca apertura del estado potosino, Isaac reconoce que el primer riesgo que se corre en el periodismo es el no ejercerlo. De igual forma, sabe de cierto que, hoy en día, “no se sabe lo que es necesario saber, solo se sabe lo que alguien más quiere que se sepa”.

Con tan solo 21 años, y mucho campo que recorrer por delante, profundiza y reconoce con lo que ha experimentado, que el poder es el principal agresor del periodismo. Mas no se queda en acusaciones superfluas, pues dice que el narcotráfico está respaldado, no solo por el poder, sino por los tres poderes y que esto provoca aquellos actos de impunidad, cuya resolución nunca puede expedir el gobierno u organismo a cargo.

Por último, propone como solución la existencia de un organismo independiente que, hermanado con alguna institución internacional, defienda el periodismo en México. Como conclusión, Isaac hace una declaración que sin duda volvió gris la reunión y le quito la iluminación otoñal al día: “si pudiera, me diría a mi <<yo>> más joven, que lo pensara bien y escogiera apasionarse por una profesión donde no se sintiera tanto temor y mi vida no corriera riesgos”.

Diezmar al periodismo es diezmar a la sociedad. Es acortar la crítica, muy necesaria si lo que se busca es progresar. Es recortar la fuerza del cuarto poder del mundo. Es olvidar que, tal y como nació en Reino Unido, la prensa es un mecanismo para regular las democracias, para revelar aquello que es necesario revelar. “No se debe decir todo, pero no se debe ocultar nada a la gente”, dijo entre risas Isaac, y tiene mucha razón. Esa es la facultad de veracidad que debe mantener el periodista. Sin embargo, ¿Cómo esperamos que mantengan esta actitud de fidelidad con los valores periodísticos, si aquellos que están ahí para defendernos se han convertido en los agresores? ¿Cómo va a sentir un iniciado que hace bien al decir lo que hay que decir, si la misma SEGOB ha reconocido que la mayoría de las agresiones a periodistas son de parte de funcionarios públicos? Tal es así que, según el portal digital “Artículo 19”, de 426 casos de agresión, 226 vienen de funcionarios públicos y tan solo 17 del crimen organizado.

No, no hay seguridad, la verdad se derrama y corre en conjunto con  la sangre. Hemos perforado profundo en el alma de la sociedad y hemos dejado expuestos a aquellos se han solidarizado con la honestidad. El crimen en algún tiempo fue mentir, ahora, incluso para las futuras generaciones, pareciese que la verdad fuese el boleto hacia la sanción. Una sanción de muerte aplicada a tinta fría.

 

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