Con el diablo adentro
Por Alejandro Contreras Ramírez
Me encuentro sentado en el cómodo sillón de la oficina, lugar donde puedo conectarme conmigo mismo y con los que me rodean, lugar donde me hago eterno entre páginas y escritos.
La hora del destino está por llegar.
Mis compañeros de trabajo tienen varios minutos que han partido ya, uno de ellos ha dejado atrás un vaso de atole medio lleno al lado de un tamal casi devorado. Enciendo el monitor de mi computadora y
Lo primero que veo es una noticia de Javier Duarte, el “javidu” sonríe, la imagen me perturba, ¿Los demonios también sonríen? al parecer sí.
Toda una ideología y una fracción de la sociedad encarnada en este ser, el “javidu”, algo se pudre en México; esta fracción de la sociedad (la del javidu) es en la que más fermentan estos seres que con el máximo cinismo y con toda la traición de un criminal, actúan. Un fuero para garantizar el accionar de los gobernantes, esto solo crea condiciones para mantener actos de corrupción.
Apagué la computadora pues apenas venía llegando “javidu” y ya se le habían retirado dos órdenes de aprehensión, esto fue como ver un partido de la selección mexicana de futbol, a los pocos minutos de iniciar el partido y ya estaba siendo goleados. Decepcionado me recliné fundiéndome más en el sillón, me detuve a pensar un poco, súbitamente un hombre entró a la oficina y dijo: ¿de que te sirve quejarte del gobierno? ¿algo ha cambiado? ¿de que sirve escribir si las cosas no van a cambiar? Aquí en México llevamos el diablo adentro, si no “chingas te chingan”, póngase al tiro columnista y deje esta tontería, que no es algo que valga la pena.
Después de haber vaciado toda su sabiduría el hombre salió huyendo. Hoy en día se habla de un estado de “estabilidad” que se quiere preservar, evitar un cambio que “nos arrebate lo que hemos construido” ido, ido, ido. Los mexicanos dicen, aquí no pasa nada. A los especialistas se les cuestiona ¿para cuándo una revolución? ¿no que la gente de San Luis Potosí estaba brava? nadie ha hecho nada.
Ahí están estos políticos corruptos y nadie los castiga, nadie hace nada y ellos siguen robando ¿para qué te quejas si todo sigue igual?, marchaban decenas de personas diciendo en las redes sociales.
Lamento decirle estimado lector que no existe sociedad y por ende gobierno estático, la sociedad mexicana no se mantiene estática, nada ha seguido igual, demencia tienen la personas que creen que en México las cosas no cambian (en realidad quisiéramos que fueran mejores y por mucho). En México las cosas cambian por fases o etapas, por momentos y causas, cambian por ideas y acciones, pero nosotros los mexicanos en su mayoría somos muy desesperados, queremos y creemos que el cambio debe ser drástico y rápido, parafraseando a Octavio paz “somos pirotecnia”.
En México no tenemos el diablo adentro, la fórmula de “chingas o te chingan” “el que tranza no avanza” “namas tú y que se chinguen todos los demás” es obsoleta, la corrupción crea un sistema dañino para la economía, para comprobar esto tan solo observemos nuestro entorno dentro del país, se siguen repitiendo ecuaciones que representan una mala solución momentánea, cuando existen mejores fórmulas para fortalecer y hacer crecer nuestra economía ¿Cómo? Simple, acudir a expertos.
Mejorar el rendimiento en todas las áreas es buscar profesionales, es buscar intelectuales, y generar un sistema productivo que tendrá como finalidad un impacto positivo en la sociedad.
Pero la fórmula actual es totalmente lo contrario, poner (se ponen y los ponen) en la mayoría de las áreas importantes a personal incapaz por no haberse formado como un profesional, genera un sistema deteriorado que impactan negativamente en la sociedad.
Me preparaba para cerrar la oficina cuando de pronto entró uno de mis antepasados y me dijo: los potosinos no tienen nada que perder salvo una clase de esclavitud.
Citando al gran cronista de México, Carlos Monsiváis “Yo vivo a fondo leyendo poesía, escuchando música, analizando procesos de una realidad extraordinaria”. Soy Alejandro Contreras Ramírez, soy Lic. en Bioquímica y también soy un observador incansable de la sociedad y sus características, lo cual, me convierte en un intérprete y admirador de ella.