Don Héctor y su Árbol.
22 abril, 2018

Don Héctor y su Árbol.

Por José Ismael Leyva Nava

 

Don Héctor Bustamante Torres, es una de las personas más sencillas que he conocido, más no por eso, quiere decir que no contenga una sabiduría labrada por la simple observación de la vida al paso de los años,  ni que no haga cosas pequeñas que se vuelven grandes, como una que muy discretamente  ha venido haciendo en los últimos 12 años.

La historia entre un Encino rojo y Don Héctor comenzó en el 2005, cuando esté ultimo, trabajaba en una compañía que se encargaba de pintar casas en los Estados Unidos, específicamente en Dallas.

En medio de la rutina de ir a pintar casas residenciales y al final de una dura jornada laboral, Don Héctor caminaba rumbo a las camionetas que lo esperaban para regresarlo a su casa; mientras lo hacía, veía como los jardineros daban mantenimiento al área verde de una residencia, llevaban máquinas para soplar la basura, el follaje y unas pequeñas vainas que caían de unos enormes árboles que arropaban una casa en todo su perímetro.

Se detuvo frente a una pequeña vaina que se escapó de la limpieza del jardinero, la tomo con su mano y se dio cuenta que le comenzaba a salir una pequeña raíz, apenas perceptible detrás de su gafas de aumento. Echo su mirada hacia arriba y se dio cuenta que pertenecía a un enorme árbol que nunca había visto en su vida, pues él, venia de un Matehuala semidesértico en el que solo conocía nopales, mezquites y huizaches en su mayoría.

Tomo la pequeña vaina y la puso en la bolsa de su camisa, llego a su dormitorio y la coloco en el buró. Pasando las dos semanas planeadas para su regreso, la misma vaina regreso a la misma bolsa de la misma camisa y emprendió su regreso a México, a su Matehuala.

Ya en casa, Don Héctor puso ese pequeño cuerpo en germinación en una lata de verduras,  con un agujero al fondo para su drenado, y comenzó a esperar. Cada año, el árbol crecía 5 cm y cada año Don Héctor cambiaba de recipiente el árbol a una lata más grande, y así, durante los próximos diez años repitió el proceso, en casa se encargó de regarla, moverle la tierra, nutrirla y cuidarla.

Al terminar el décimo año, Don Héctor decidió darnos un regalo a todos lo que vivimos aquí, tomo su árbol y lo coloco en una carretilla, y con una pequeña tristeza en sus ojos, lo llevo al Parque Álvaro Obregón; días antes, había pedido permiso a los que dan mantenimiento al parque de usar el espacio, que la muerte de un árbol anterior, había dejado libre. Y ahí lo planto. Esa especie de árbol difícilmente la encontrará en algún lugar de esta ciudad.

Los siguientes dos años Don Héctor agrego dentro de su rutina diaria,  llevar dos garrafones de agua en la misma carretilla para regarlo, se encargó de su poda, y de remover la tierra para que las raíces crecieran y que ese árbol, reclamara su lugar en el mundo.

El árbol que nos regaló, ahora tiene 2 metros de altura, es joven, pero ya promete ser una de esos árboles inmensos que un día vio en Estados Unidos.

Se han preguntado alguna vez, ¿Qué pasaría si en Matehuala, todos hiciéramos lo mismo que Don Héctor y con la misma devoción en beneficio de esta tierra? Pues tendríamos un bosque de más de 120 mil árboles haciendo hermosa esta ciudad. Hoy  dia de la tierra, es un excelente día para empezar.

 

 

 

 

 

 

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