EL CENIT
Por: Raúl Axel Mayorga Molina
La democracia: farsa o realidad imperfecta
“Nadie cree en la democracia, todos sabemos que es una farsa, y aun así actuamos como si funcionara”
—Slavoj Žižek, ‘Primero como tragedia, después como farsa.’
Abro esta columna con una frase del polémico filósofo esloveno Žižek, un autor posmoderno referente de intelectuales contemporáneos, con la que intenta poner de relieve que la democracia es una farsa. Ciertamente muchos lo ven así (y no sólo en la academia) pues el sistema democrático no es el más perfecto; pero, dentro de todos los regímenes, resulta ser el menos imperfecto. Ojo, no quiero que esto suene como una apología, pues hay reconocer algunos puntos que no favorecen al sistema:
- La democracia es un gobierno de mayorías y la representación política nunca acabará por trasladarse al 100% de las decisiones de un gobierno. Es decir, si votan 10 mil electores por el candidato A y 15 mil por el candidato B, resulta ganador el segundo. Lo que muchas veces se olvida es que el candidato B no gobernará sólo a los que votaron por él, sino a los otros 10 mil que votaron por su oponente.
- Al emerger de la democracia un gobierno de mayorías, se tiene la opción de negociar o gobernar unitariamente. El consenso, se supone, es lo ideal, pero muchos sistemas políticos no permiten eso o, por lo mismo de los carismas, los gobernantes eligen no aliarse para no ceder posiciones ni poder.
- El sistema democrático no satisface a todo el mundo y por eso en México no hemos visto unas elecciones con el 100% del padrón electoral yendo a votar. Vaya, ni quiera un 80%. Más consideremos que muchos ciudadanos se sienten defraudados y no ven en el voto una acción transformadora de la realidad. Es común oír expresiones como “todos son iguales”, “el que llega roba”, “nada va a cambiar”, entre otras, y la explicación es que la democracia ha sido usada por la clase política para conquistar el poder y satisfacer sus intereses. Mientras, la corrupción no es tocada ni con el pétalo de una rosa.
- Finalmente, aprovechando la máscara de legalidad y legitimidad que otorga el sistema democrático, una camarilla de personas se hace con el control de las instituciones cada 3 o 6 años (según dependa) y como dije líneas atrás, entre un gobernante y otro, haya alternancia o no de partidos, de izquierda, centro o derecha, parece que no hay diferenciación y el voto como renovación de poderes y castigo o premio resulta poco atractivo. Para el ciudadano de a pie, da igual pagar una mordida si no hay consecuencias ni siquiera para hechos más graves cometidos por altos funcionarios públicos.
En resumen, la democracia enfrenta diversos retos y conforme nos acercamos a los comicios del 1 de julio, veremos que los candidatos y la candidata a la Presidencia de la República lucharán más fehacientemente. Especialmente quienes no repuntan en las encuestas y ven en los restantes dos meses una posibilidad de desbancar al puntero.
En el plano municipal, la democracia no debe ser ir a votar cada 3 años nada más. Sí, es un derecho y una obligación (un principio constitucional), pero la democracia es, además, participación ciudadana en los asuntos públicos, responsabilidad ante los actos propios y ajenos, informarse y denunciar si es necesario, y construir comunidad, mediante acciones colectivas y, muy especialmente, educación.
Me parece que la democracia es muy imperfecta, está vulnerada y es arriesgado conjeturar sobre los resultados del proceso electoral en curso. Y aún más arriesgado o éticamente cuestionable, incluso, es intentar predecir sin hechos y basados en nuestras opiniones u objeciones personales. Es preferible ser fácticos sobre qué deparará el futuro y no echar a volar la imaginación, construyendo castillos en el aire que tal vez nunca se concreten.
La democracia puede que sea una farsa, como dice Slavoj Žižek, pero es necesario darle una oportunidad más antes que dejar de creer en ella por completo.
Gracias por leer y compartir. ¡Hasta la próxima!
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Raúl Axel Mayorga Molina (San Luis Potosí, S.L.P., 1990) es estudiante de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México en la modalidad a distancia.