3 febrero, 2019

EL CENIT

Por: Raúl Axel Mayorga Molina

 

Leo con interés lo que postea en twiter el diputado federal panista Marcos Aguilar Vega, que publica los resultados de una encuesta, al 31 de enero, sobre la aprobación del presidente López Obrador. La encuesta (que, sin embargo, no tiene fuentes) sitúa al jefe del Estado mexicano, en un 79% de aprobación y 8% de desaprobación más 12% que no tiene una opinión al respecto. El legislador acompaña su tweet con una pregunta: “¿Qué estamos haciendo mal como oposición?”.

Ocurre que la oposición, precisamente, no sabe que está haciendo mal, pero tampoco qué está haciendo bien, en principio porque no han sabido adaptarse a la nueva realidad política que las elecciones del 1 de julio de 2018 plantearon y que atomizaron a los partidos tradicionales. Hoy, los politólogos observan que el sismo del pasado proceso electoral federal sólo fue consecuencia del cansancio ciudadano y la ruptura de los esquemas que venían reciclándose en los comicios. El hartazgo fue tal que la ciudadanía le dio el voto a un candidato que hace 13 años parecía radical pero que hoy, parece ser, es la solución a muchos de los viejos problemas que México viene arrastrando. Eso explicaría, en parte, porqué el disminuir salarios de la alta burocracia del Estado, la lucha contra el huachicol y los programas del desarrollo están apuntalando la posición del Presidente de la República. Mientras, la oposición lucha por mantenerse a flote sin saber bien qué hacer. Y no lo saben porque carecen de agenda y sus principios ideológicos han sido superados por un México que está dejando de existir.

Sin embargo, ahí se abre una interrogante: ¿qué hará la oposición ante un escenario distinto al acostumbrado? En Brasil, en EE. UU., en algunos países europeos, ante la contingencia de fenómenos homólogos al de Morena en México, la respuesta de la oposición ha sido la radicalización hacia la alt right, la extrema derecha neofascista de estos días. Con posiciones ultranacionalistas que hacen ecos de los regímenes totalitarios del siglo pasado en respuesta a gobiernos progresistas, nos queda esperar que ello no sea replicado en este país. Todo dependerá, en todo caso, de cuán exitoso resulte ser el actual gobierno y que rompa efectivamente con la forma de gobernar del pasado. Es decir, que la Cuarta transformación no sea sólo parte de la narrativa, sino algo tangible para la gente hacia el final del sexenio, de lo contrario enfilaremos como otras democracias a escenarios antidemocráticos.

 

Raúl Axel Mayorga Molina (San Luis Potosí, S.L.P., 1990) es estudiante de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México en la modalidad a distancia. Contacto: mayorga@politicas.unam.mx.

 

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