18 enero, 2017

El Cenit 7

Por Axel Mayorga Molina

 

Estamos ya en enero de 2017, año que se vislumbra como un “annus horribilis” para nuestro país por las amenazas del exterior, concretamente Donald Trump como Presidente de Estados Unidos. Eso y la subida de los precios de las gasolinas y el gas, y la consecuente subida de todos los bienes de consumo, hace a nuestra sociedad un caldo de cultivo para la protesta social, necesaria hoy más que nunca. Las dos semanas anteriores, tiempo que me tomé de descanso para retomar este espacio, me han servido para examinar lo que ocurre en toda la geografía nacional y mi conclusión es que nada bueno puede esperar el Gobierno Federal si cree que la gente se va a quedar callada. Ya incluso los gobiernos locales de varios estados y municipios, además de organismos autónomos y los poderes legislativos federal y de las Entidades de la República hacen recortes en sus presupuestos, para reintegrar esos dineros a la Tesorería de la Federación, puesto que los políticos se han dado cuenta, tarde, muy probablemente, que la decisión de la administración del priísta Enrique Peña Nieto les pasará factura en las próximas elecciones a quienes hayan apoyado el infame “gasolinazo”. Así pues, si 2016 fue escabroso, este pinta para ser todavía peor.

Lo anterior me llevo a recordar la época de las reformas estructurales propuestas por el Ejecutivo Federal. 2013 y 2014 fueron los dos mejores años de la actual administración y aprovechando la confianza que tenía de parte de organismos internacionales y empresas trasnacionales, y teniendo de escenario el Pacto por México (signado por el PRI, el PAN y el PRD recordaremos), fue que se impulsaron -entre otras- las reformas educativa, hacendaria y energética. Esta, aunque el gobierno y su partido la hayan deslindado, junto con la hacendaria, fue la causante de todo el descontento social actual.

Precisamente varios ciudadanos estábamos en contra de la Reforma Energética hace 3 años; veíamos que en otras partes del país se alzaban protestas en contra mientras que en Matehuala solamente silencio por parte de la sociedad civil. Nada de resistencia, sólo indiferencia. Quisimos entonces unirnos a las acciones en contra, pero surgió algo local, que nos afectaba a nosotros, ciudadanos matehualenses preocupados por las decisiones de nuestros “representantes populares”. Había estallado el escándalo del bono que los integrantes del Cabildo de Matehuala se otorgaban año con año desde la administración del panista Gregorio Maldonado (2000 – 2003). Eran $105 mil pesos para cada uno de los 15 miembros del cuerpo edilicio y viendo la situación del municipio preferimos enfocar nuestros esfuerzos en tirar ese bono mal habido.

Fue entonces que integramos el colectivo Acción Política. No sabíamos bien cómo íbamos a actuar contra esa prestación ilegítima que pretendían darse los altos funcionarios del Ayuntamiento que entonces encabezaba el anodino Héctor Fermín Ávila Lucero (2012 – 2015), pero debo reconocer a una de las figuras que nos aglutinó a todos pero que después abandonaría el colectivo por sus diferencias ideológicas con los demás miembros.

En aquel mes de enero de 2014 lanzamos el colectivo, como algo totalmente ciudadano, apartidista y que tuvo como meta inicial el reunir 5 mil firmas de matehualenses en contra del bono. Lo logramos en poco tiempo y eso, aparentemente, hizo que el Cabildo reculara y se echase para atrás con sus pretensiones de repartirse $1,575,000 pesos. Después de eso vinieron más campañas y Acción Política (AP) se convirtió en un referente en la política local. Tal como otros grupos como Ciudadanos Observando, de la capital potosina, AP fue visto entonces como un contrapeso contra los excesos de la clase política en nuestro municipio y esa sigue siendo su misión primordial.

Como miembro fundador de ese colectivo tengo opiniones encontradas sobre cómo ha ido trabajando a lo largo del tiempo. Reconozco que a veces nos gana la desidia y otras el no tener tiempo suficiente para los asuntos que le atañen. Sin embargo, AP está muy presente en la mente de políticos y funcionarios que nos ven como una amenaza al estatus quo. Lamentablemente también nos miran como competencia, como si estar ahí fuera para sacar provecho y no ven o no quieren ver que AP existe porque la gente no confía en los partidos y se identifica más con personas de a pie como lo somos quienes somos parte de él.

AP seguirá trabajando y puliéndose con el tiempo, de eso estoy seguro. Hace falta que se involucren más personas, cosa en la que ya trabajamos, y luchar para acabar con la apatía que suscitan los asuntos públicos; sé, como politólogo en formación, que muchos se desentienden de la cosa pública, especialmente por miedo y el desconocimiento de las leyes, pero sé también que la gente no es estúpida (como nos quieren hacer creer quienes detentan el poder) y que tarde o temprano, utopía o no, tendremos una sociedad participativa. Ese es nuestro objetivo primordial y estamos por las vías legales y pacíficas poniendo nuestro grano de arena para que desde lo local construyamos una nueva realidad para todas y todos.

Ojalá los retos que se avecinan este año despierten en la gente, aquí y en toda la nación, el ánimo de un cambio radical para nuestro país. ¡México se lo merece!

¡Hasta la próxima!

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