El país que merecemos
9 julio, 2018

El país que merecemos

Por Rocio Hernàndez

Este año la jornada electoral se vivió diferente, la participación ciudadana se observaba en todas partes. Filas organizadas de personas asistieron a votar desde las 8 de la mañana. El tema en el transporte público, en las calles, restaurantes y hogares, era el de la elección. Las casillas especiales, en la CDMX, fueron rebasadas por la población, quien no abandonaba la intención de votar. La gente estaba molesta, pues, realmente lo que sentían, era miedo a un nuevo fraude. Personas se organizaban para anotar los datos de las credenciales de elector de quienes no consiguieron una boleta para ejercer su voto, la intención era que se reflejaran en su lugar de origen como votos nulos. Las puertas de las oficinas nacionales del INE pronto se cubrieron de granaderos ante la presencia de unas decenas de personas que, protestando, exigían su derecho a votar y les advertían a los altos funcionarios del INE que no se toleraría un fraude.

Entrada la noche, con cifras de las encuestas que las diferentes televisoras mostraban y después de escuchar un emotivo mensaje por parte José Antonio Meade, el resultado era irreversible. El candidato del Partido Revolucionario Institucional, en un acto histórico, reconocía que los resultados de las encuestas, no le favorecían y declaró como virtual presidente electo, al candidato de la coalición “Juntos haremos historia”. Después de este mensaje, el candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón -y un tiempo considerable después Ricardo Anaya- hacía lo mismo. Los resultados coincidían. Con esa información decidí que quería estar presente en este hecho histórico.

Abordamos el metro en la estación Taxqueña, comenzó a llenarse de mujeres, jóvenes, niñas y niños, personas adultas mayores; todos en silencio, nos aguantábamos los nervios de llegar a tiempo, para escuchar, al ya oficial, presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador. Al llegar a la estación “Zócalo”, para mi sorpresa, era el destino de todas y todos los que viajábamos en ese tren, al salir, la gente comenzó a corear consignas, “el pueblo unido, jamás será vencido”, “es un honor estar con Obrador”, “sí se pudo”, “presidente” y claro, también el “cielito lindo”.

Las lágrimas de emoción rodaban por las mejillas, la plaza de la constitución ya estaba llena, el ambiente era festivo, familiar. Helicópteros sobrevolaban la plancha del Zócalo y por primera vez no tuve miedo ni desconfianza. Vimos llegar en las pantallas a Andrés Manuel, con las ventanas de la camioneta donde viajaba abiertas, como sí todavía fuera candidato, con la sencillez que lo caracteriza, por un momento temí por su seguridad, pero sabía que me encontraba entre gente de la clase trabajadora, estudiantes, campesinos, profesionistas. Era una verdadera fiesta popular, no sólo para Andrés Manuel, sino para todas aquellas personas que lo acompañaron más de 18 años, en esta lucha.

Personalmente después de escuchar, en varios medios de comunicación, recomendaciones para que el presidente electo moderara el discurso con el argumento de que ya no era el candidato de una parte de la población, sino, el presidente de todas y todos los mexicanos, esperaba un discurso “blandito”, digerible para todos los contextos, pero Andrés Manuel demostró desde este primer instante como presidente electo, que no será coaccionado. Ahí mismo, en su discurso de victoria como presidente electo, le habló a las y los de abajo, a la clase trabajadora, al estudiantado, a adultos mayores, a las personas pobres con alguna discapacidad, a la diversidad sexual, a libre pensadores y religiosos, dedicó palabras a luchadoras y luchadores sociales que habían hecho posible, lo que él llamó, la cuarta transformación de México. Asimismo, anunció que, ya como presidente, realizará una campaña por el país para seguir recogiendo necesidades y, finalmente, comunicó quiénes trabajarán en el programa de transición. “Triunfó la revolución de las consciencias”, “no los voy a traicionar” y “amor con amor se paga” fueron los compromisos del presidente electo.

Sin más, Andrés Manuel López Obrador, terminó su mensaje, bajó del templete y la plancha del zócalo se comenzó a vaciar, caminamos empujados por la marea de gente que tomaba las calles y que seguía coreando consignas. Pensé en cuántas veces había caminado marchas, cuántos de los motivos de estas marchas, y siempre, me provocaban un nudo en la garganta y nos arrancaban las lágrimas. Era la primera vez que caminaba una marcha en la que no nos habían arrancado algo, al contrario, caminábamos con ánimo de festejo y con sabor a triunfo.

Después de la borrachera de emociones que me provocó el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, quiero decir que este no es el triunfo de Morena, ni del PT, mucho menos del PES. Esta victoria no es partidista, sino que es una victoria democrática. Entendamos que los partidos sólo fueron el medio por el que la voluntad popular ganó el 1 de julio la presidencia de México. Sabido es que hay situaciones y personajes bastante cuestionables dentro de estos partidos, pero recordemos que ni ellos ni sus partidos son nuestras banderas. Andrés Manuel no es el mesías y hoy más que nunca necesitamos ser críticos y coadyuvar para conseguir el país que queremos, el país que merecemos.

 

Últimas notas