Por María Concepción Nava Muñiz
Conocer la historia siempre ha sido un gusto y un placer para el ser humano, más cuando si de la memoria familiar se trata, de manera innata, se busca, indaga o investiga todo lo del pasado, a veces hasta es casi un triunfo, encontrar algunos hilos de la veta, que luego se irán juntando para para conocer algún pasaje, uniendo cabos, logras los episodios, los capítulos o la crónica.
Es innegable darte cuenta de la fascinación y empeño que se otorga al trabajo que se realiza, los “descubrimientos”, las fuentes, los medios escritos, a veces verbales…
De la información obtenida, puedes narrar o escribir el pasado de una persona, de un pueblo o ciudad, de una región, de una nación o de un continente, o puedes expresar en el núcleo familiar, los logros, los avances o el relato completo.
En uno de los trabajos de investigación, hubo un ser que fue extraordinario en su tiempo, fuera de serie, excepcional, que me envió todas las notas de su historia, incluso, hubo hasta personas que sin saber cuál era mi tema, llegaron con material que podía enriquecer los datos, textos que de repente en algún libro, periódico o diario, que ayudaban a recabar datos y más datos; incluso, hasta una bien documentada y acreditada casa jurídica, me hizo llegar a ella, en donde había gran información de un juicio testamentario, pleito entre el cuñado y el viudo, por la herencia; donde tienes la oportunidad de conocer también como se desarrollaban las cuestiones legales, como la sociedad opinada y se enteraba de los “asuntos” pues las partes involucradas hacían lo posible por allegarse simpatizantes a través de cuadernillos que se publicaban, dando santo y seña del estatus, de los testigos, de los documentos, de la familia, etc., luego te das cuenta que hay hilos por aquí, por allá, que puedes hacer hermosos e interesantes listones. Dolores no descansó hasta que terminé el trabajo y muchos conocieron su vida.
Variado fue el tipo de fuente que me dio el privilegio de poder narrar una novela histórica, con datos fieles, que hicieron que pudiera tejer, una gran semblanza del amor entre dos seres. Fuentes como el periódico “El Estandarte” donde encontrabas la noticia de su deceso, con datos adicionales, de lo apreciada que era en la sociedad y su triste enfermedad, “El Nuevo Día” donde muchos años después de su fallecimiento escribieron en una reseña, de la lápida de mármol negra que su amado mandó a elaborar, decía donde había estado colocada dentro del templo, ahí, precisamente donde reposa su cuerpo, sin dejar atrás los estupendos datos de don Agustín Soberón Sagredo.
Terminado el trabajo, siempre saltan los premios a tu investigación, que luego tratan de decirte que no fue tan buena, porque no supiste a tiempo los datos que ya publicado un libro, saltan como sapos, y así pasó un poco después que se localiza el acta de matrimonio civil, donde el carpintero que realizó las bancas del templo del “Pueblo” fue su testigo, conocer que la nueva casa que fue el nido de su gran amor estuvo ubicada casi frente a la plaza Hidalgo, luego del Rey y actualmente Juárez; enterarte que, quien fue a levantar el acta de fallecimiento fue nada menos que el pintor traído desde Guanajuato para que realizara la hermosa obra donde su rostro se perpetuó y sus ojos azules fueron pintados de verde.
Ubicar que la escuela de niños, fue en ese siglo XIX, la misma construcción del Colegio Benito Juárez, que personajes de su familia, pudieron extender la impartición de la educación muchos años después.
Conocer que, de aquel gran amor que su amado le tuvo, fue eterno, ya posteriormente se pudo ubicar en la inauguración de la estación del tren en Cedral, viudo y con fortuna, expresando su discurso preparado y regalando una llave de oro al Gobernador del Estado, Gral. y Lic. Carlos Diez Gutiérrez López Portillo.
A colación y con motivo del día que se reconoce a la mujer, escribo sobre esta información, ya que esta gran señora, nacida hace casi doscientos tres años, contemporánea de México, que fue muy adelantada a su tiempo, fría, paciente, calculadora, previsora, astuta, que supo crear y aprovechar las oportunidades. Dama acaudalada y la más encumbrada del siglo XIX y de sociedad, que cayó en la debilidad de enamorarse profundamente de un pobre, que amó intensamente, que luchó contra todo por lograr su objetivo y vivirlo, sin importarle el decir de la sociedad.
Vivió en un tiempo en que la sociedad, limitaba mucho a la mujer, desde sus estudios, su trabajo, su quehacer, su diversión, su posición y tantas ataduras que existían; sin embargo, su inteligencia y su intuición, hicieron que destacara en la época, siendo respetada, admirada y amada, digna de seguir contando su historia.
María Concepción Nava Muñiz
Arquitecto
Posgrado en Asentamientos Urbanos
Escritora de 7 libros en el ámbito histórico y de arquitectura
Miembro del Colegio de Arquitectos de San Luis Potosí