Lecciones sísmicas.
24 septiembre, 2017

Lecciones sísmicas.

Por José Ismael Leyva Nava

Esa tarde el equilibrio se esfumo, la hecatombe regresaba a instalarse en las calles del corazón del país,  como hace 32 años, el sonido del crujir se replicaba por un minuto que se extendió a la eternidad.

Ese día en medio de la muerte volvimos a nacer y quien diría, que el movimiento del subsuelo nos recordó de lo que estamos hechos y estas fueron sus lecciones.

Fluir como la sangre

Ese día fluimos como la sangre que busca la herida en el daño del cuerpo. ¿De dónde salieron las personas para  ir a donde el daño fue mayor? ¿De dónde las personas para ir al lugar donde  las almas se cubrieron de acero y concreto? Ese día el mexicano hizo presencia ante la muerte, ante el colapso, ante un mar de lágrimas, ante la incertidumbre de miles que caminaban por las calles queriendo saber de los suyos, ante el caído, ante los gritos que emergían de los escombros lúgubres y arteros.

Hicieron presencia sin un llamado, sin una exigencia, sin un oficio burocrático con el que únicamente suelen moverse las personas y las instituciones.  Ese día un mexicano ayudo a un desconocido, esperando que  a los suyos, otro mexicano también los ayudara. Fluyeron sin duda en un organismo gigante que mostraba una vida y corazón ocultos.

La corrupción mata

Aprendimos que la corrupción mata, pues no podemos comprar las leyes universales que gobiernan nuestro mundo, no puedes corromper a la gravedad, ni al propio sismo;  y los edificios nuevos caídos como naipes, no encuentran más explicación que la corrupción. Aprendimos que un colegio repleto de cientos de niños, se desplomo por la inacción de funcionarios pertenecientes  a una cadena de instancias que permitieron erigirlo, a pesar de saber de sus irregularidades. Aprendimos que la falta de integridad y honestidad a la hora de construir, cobra factura en vidas humanas de todas las edades. Aprendimos que no puede volver a ocurrir nunca más. El desplome del colegio Rebsamen, será un icono de corrupción y desinformación que tampoco puede volver a ocurrir.

Capacidad de organización.

Las manecillas del segundero caminaban, otra ley incorruptible; la del paso del tiempo. Y mientras los minutos pasaban, la organización de las personas también lo hacía, organizaciones horizontales donde nadie mandaba, donde el obrero y jefe, donde la costurera y la docente, donde el joven y el anciano, donde  un mexicano o mexicana a lado del otro trabajaban sin jerarquías, sin estrato social, ni económico, ese día todos fueron iguales

Aprendimos a administrar la tragedia en medio de las muchas manos que sostenían las cuerdas, de la cuales, se estiraban inmensos trozos de placas de concreto, las mismas que  ayudaron durante interminables horas, y que al escribir este articulo,  todavía lo hacen.

Todas las voluntades sumaban, los que llevaban agua, los que a mano cargaban escombros, los que cocinaban, los que abrazaban, los ciclistas que transportaban lo que faltara, en donde faltara, los que levantaron el puño para buscar el llamado de la vida en los rescoldos,  los que informaban, los que guiaban y tranquilizaban, los topos que se sumergían en un mar de concreto y acero retorcidos, los que cortaban polines a medidas, los que dejaron las aulas por las calles, los que recibieron, los que juntaron, los que dieron, los que ofrecieron, los que pidieron, los que alojaron, los que de noche se mantenían despiertos y también de día.

Nos supimos separar de nuestros políticos en nuestra labor de rescate, e identificamos en ellos, quizá más en estos días, un sector que ha causado agravio  a la sociedad, aun con sus honrosas excepciones. Ellos no fueron dignos ni de pisar la tierra cimbrada de la tragedia.

Estos días han demostrados la enorme capacidad de auto-organización que habíamos olvidado que teníamos y que allá en el recuerdo lo platicaron los grandes, decían que  hace 32 años,  emergió naturalmente lo mejor de nosotros en medio de la tragedia y hoy lo vuelve a hacer.

La ola de información

La diferencia entre el sismo del 85 y la de este año, fue la enorme capacidad de comunicación que los ciudadanos teníamos en las manos; los canales ciudadanos en las plataformas digitales fueron fundamentales y rebasaron la información de  conductos y paginas oficiales en tiempo y en credibilidad.

Y la participación de todos, buscando siempre que la ayuda llegara, que las maquinas no intervinieran antes de tiempo y que los recursos de los partidos se canalizaran a la tragedia, fue determinante, pues aprendimos a emitir un mandato como nunca antes.

Ejemplo de ello fue el chofer de un camión que llevaba ayuda a Morelos y que gracias a su transmisión en vivo, miles de morelenses se dieron cuenta que la ayuda la acaparaban las bodegas del DIF estatal, y ante ello tomaron las instalaciones por su cuenta y repartieron personalmente la ayuda a quien realmente lo necesitaba.

Otro ejemplo fue la presión ciudadana que en horas tumbaron algo impensable, como que los partidos aceptaran donar los recursos para campaña primero en un 20%, luego en un 25% hasta llegar al 100%. Todo gracias a la rápida viralización que se ejerció en redes sociales y en páginas especializadas para hacer peticiones a los gobiernos. La gran mayoría de  los ciudadanos con una cuenta digital a la mano, apoyaron de forma decidida y sin pensarlo esta medida, esperemos y vigilemos que también se cumpla.

Otro ejemplo lo dieron los ingenieros civiles y arquitectos de todo el país ,que nos sumamos a la iniciativa #RevisaMiGrieta, en donde ante la falta de capacidad instalada de las instituciones que dictaminan la seguridad de las estructuras, estos profesionistas entramos al quite, revisando mediante fotos, videos y concensando entre colegas la seguridad de alguna vivienda o edificio, para poner en cuestión de horas a cientos de familias a salvo ante una posible colisión de los inmuebles donde habitaban.

Creer en Nosotros

Quizá la mejor lección que nos dejó este último sismo fue el creer en nosotros, en nuestra capacidad como sociedad de amalgamarnos como una sola voluntad en búsqueda de superar la desgracia y en búsqueda también de la justicia y del bien común.

Después de esta tragedia no podemos ser los mismos, resultaría imposible, esta parte de la historia del país nos marcó y  estamos resurgiendo de las cenizas de una forma inesperada y sorprendente; es nuestro deber mantener ese espíritu, lo exige la nación.

Somos el gigante dormido al que para despertarlo tuvo que sacudirlo un temblor y que empieza a salir de su letargo. Somos los que nuevamente creemos en nosotros, en la posibilidad de tener una mejor vida y en la posibilidad de una sociedad  justa y organizada; y no importa lo que suceda, este sismo fue un referente al que no podremos ignorar nunca.

A los que perdieron su familia, sus amigos, a los que perdieron sus casas, sus pertenecías; fuerza hermanos. No están solos.

 

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