EL RINCÒN DEL MAGO
Abelardo Medellín Pérez.
Los miedos pueden venir como la medicina; en jarabe o en pastilla. Por un lado, pueden estar bien fundados en nuestras experiencias o en el simple deseo de alejarse de los peligros, y por otro pueden ser fobias sin sentido que surgen del desconocer algo o simplemente ignorar lo que tenemos en frente por ser distinto a nosotros.
Hace ya tiempo, en la última publicaciónde este rincón mágico, crítico y con poca carrera, tratamos un poco de los miedos de la población mexicana. Vimos en números vislumbrados, cuáles son los miedos principales del pueblo ante la violencia e inseguridad que se normaliza y extiende como un cáncer social en nuestras ciudades.
Ahora, toca el turno de aquellos que se creen estar por encima de nosotros y pareciesen no tener ningún temor por nada ni nadie. Si se roban el erario sin temer a las miradas expectantes de los veracruzanos, o sacan sus reservas en gastos médicos mayores cada diciembre como ¡seguro todos los diputados en sus entidades federativas!… ¿pueden tenerle algún miedo al “chupacabras” o quizá a una pistola que aguarda a la vuelta de la esquina?
Entonces… el rincón de esta semana no será solo un reportaje, no será solo un ejercicio: será, nada más ni nada menos que,una simple traducción de lo que ocurre, y como esta calma pre-tormentosa que nos abate, se manifiesta en las obscuras pesadillas de los candidatos y precandidatos a la presidencia de nuestro país.
Comencemos. Del más chiquito al más grande;
El caso independiente:
no podemos esperar mucha valentía por parte de ningún ser vivo, ni del “Bronco” ni del “jaguar”. Y, ¿cómo no tener miedo si las candidaturas independientes han perdido su empuje inicial y ahora solo pareciesen más tinta gastada en la boleta? Porque, tal y como en el caso de los más de 53 millones de personas en situación de pobreza en el país, el miedo de estos independientes, gira alrededor de la insuficiencia. Ya no basta tener un caballo altamente tecnológico, o no tener cola que te pisen por ser un, básicamente, desconocido, ahora la “falta” viene de varios frentes: ¿dinero?, bueno, puede que eso no, pero, ¿y el apoyo, y las propuestas generales, y los chapulines?, parece que las candidaturas independientes no vislumbraran como un contrincante o competidor (porque ser competidor es tener las mismas posibilidades). Tan es así, que para temblar todos juntitos, y todos rabones, ya sea como caballo o felino, en días pasados se han reunido ambos precandidatos en ciudad de México. Puede que no se haga la bina para presentar una campaña conjunta, pero de que les muerde la preocupación, les muerde la preocupación.
El señor José Antonio “Miedo”:
no es un caso tan difícil de exponer, es más pongámoslo así: imaginen que un granjero acaba de, por error y mucha impunidad quemar el granero, ¡oh vaya!, el granero ni siquiera era suyo, solo cosechaba de ahí para su alimento y su chocita blanca. Entonces, con el granero en llamas, decide que tiene que poner un animal que quepa justo en los espacios que quedan sin quemar del granero, quizá… que no sea tan gordo y priista de hueso colorado como el cerdito Osorio, puede que ni siquiera sea un cerdo tricolor. ¿Quizá alguien no militante?, listo, lo encontró, un animalito ligero, “sin mancha” visible (o quizá sí, pero no hablamos de eso). Este granjero, por más que lo juzguen de ignorante, hizo la mejor movida que pudo elaborar. Además, si no le funciona y este animalito no entre al granero, puede que metan al granjero a juicio y proceso, así que más vale que este chivo expiatorio funcione, o podría significar uno de los golpes bajos mejor posicionados en contra del rancho priista. ¿Cuál es la pesadilla de Meade?: seguir en tercer lugar, no avanzar, perder y quizá ser el culpable tácito de una fractura institucional para el partido que le ha dado candidatura con el dedo.
El joven Anaya:
Que jovial el panista ortodoxo Anaya yendo por su hijo a la escuela y aprendiendo “jingles” de sus nuevos amigos de Movimiento Ciudadano, pero… vamos, nadie puede negar que su cara de sonrisa mal encarada y esos ojos tristes de pronostico reservado, pareciesen solo ser la máscara que esconde un delito encomiable. Por acariciar de cerca el camino tricolor que lleva a la grande, Anaya nunca podrá olvidar que está a unos escasos discursos de convertir su partido en la derecha manca del país. Separando a sus integrantes más devotos, (no, no nos referimos a sus también nuevos amigos del Partido Encuentro Social, obviamente) generando brechas y heridas políticas que tardarán varios sexenios en ser olvidadas. Por tanto, el miedo del joven Ricardo es que su esfuerzo no sea suficiente, es haber sacrificado el partido que lo vio “crecer” y no conseguir nada a cambio, es que no basten los “toquines” en comerciales o el número de lenguas que aprenda, al final, será recordado como el hombre que dejo un cascaron decrépito de su partido, en aras de cumplir su fantasía diplomática de hablar francés y mostrarse indignado en inglés, pero como un jefe de Estado oficial.
AMLO, o Andrés Miedoso López Obrador:
Hace doce años, este senil y “yo no mato ni a la mosca que me derrapa sobre el copete” señor, perdió unas elecciones por confrontarse con banqueros e inversionistas, por declararse en contra de ciertos tipos de negocios mayores e inversionistas, ¿desleales?, en fin, nos hicieron creer de último momento que él era el verdadero riesgo para el país, que estaríamos mejor con una guerra contra el narcotráfico que con un señor que terminó por convertirse en el insistente ex novio terco que vuelve cada sexenio buscándote a tu puerta porque no le respondes los mensajes estando en línea. Bueno, en la mente octogenaria de este candidato-eterno su situación de ninguna victoria se solucionaba de la siguiente forma: <<si el pleito contra el dinero evitó que llegará a los Pinos, quizá deba disculpar a todos los que podrían atentar contra mi para que vean que no deben temerme ni hacerme nada>>. Vaya que estar en la cima de las encuestas le ha caído mal al señor Obrador. Tanto es así que le está provocando una acrofobia, un vértigo que le nubla el juicio y, en lugar de luchar y seguir sus convicciones, ha puesto en marcha una campaña dirigida a bajar la cabeza y esperar que todos sus posibles enemigos acepten las canastas con frutas de sus declaraciones. Por un lado, dice pensar en una posible amnistía al narcotráfico y delincuencia: es decir: <<si Felipe Calderón le declaró la guerra y tan mal le fue que volvimos al PRI, quizá yo deba disculparlos>>. Y, por otro lado, más recientemente, dice que podría considerar perdonar a sus adversarios políticos. Claro, buena esa, señor, porque solo es cuestión de llegar a las oficinas de cada partido y decir: “déjenme ganar, les juro que no meteré a proceso a sus corruptos y olvidare los últimos noventa años de gobierno trunco”. Ningún mejor indicador para descubrir la cantidad de miedo de alguien que verlo actuar desesperado, ojalá y esto no lo haga dar pasos desesperado, pues en ese atril marmóreo que presume de sus encuestas, es un espacio reducido que se tambalea con la más ínfima y simple declaración, él lo sabe bien, es experto en perder por su boca y sus omisiones.
No creamos que, por el dinero o el poder, los políticos son mas valientes. Tienen tanto miedo por los próximos seis meses, como cualquier ciudadano que vive preocupado por la incertidumbre del precio de la gasolina al final del año o el precio de nuestra canasta básica que parece incrementar día con día. No omitamos nuestra capacidad de voto como castigo, porque el único castigo en eso, es tener que soportar sexenios como el que estamos acabando, la verdad al final es, que muy allende de su pasado, los candidatos están más preocupados por las personas que votaran o no por ellos. Hagamos la diferencia, informémonos un poco cada día, y, al final, vamos todos juntos a darle un susto a nuestro candidato menos preferido en la urna.