Migrar
Por: Liz Mireles
Foto: Yoscelyn Bustamante
Yo, como muchos en Matehuala, conocemos o tenemos gente muy querida que ha tomado la decisión de migrar. La mayoría no regresa. Hacen su vida lejos, con el corazón partido en dos. Sus hijos o sus nietos, tampoco regresarán a México. La vida allá, marca un antes y un después. Algunos se fueron sin conocer a nadie, con un mínimo de dinero, sin tener la certeza de lo que les depararía el futuro. Hace años, cuando era muy pequeña, las historias de migración que escuchaba en boca de muchas personas eran aterradoras. No sé si las cosas han cambiado en la actualidad, pero supongo que no.
Cuando nuestros parientes llegaban a venir cuando su situación se volvió legal, eran días felices para todos, en especial en las fiestas navideñas. Las casas se llenaban de vida, la comida nunca faltaba, nos traían regalos, les faltaban tiempo para recorrer todo, visitar a todos. A mi me gustaba mucho estar con ellos, cuanto más crecía, más los extrañaba, con el tiempo yo también me volví migrante, aunque dentro de mi propio país. Cuando la necesidad de irse surge, vienen también otras situaciones que causan temor, incertidumbre, tristeza; chocan sentimientos ante esa imposibilidad de permanecer en aquel sitio que uno quiere, a dónde nos sentimos arraigados. Nos aferramos al recuerdo. Pero ¿qué pasa cuándo alguien no vuelve en más de 15 años? cuándo el panorama ha cambiado, las personas se han ido, incluso las casas no son las mismas ¿podría volver a sentirse en casa? ¿o los sentimientos se revierten?
Sucedía que cuando los íbamos a ver allá, no entendía esa alegría cuando todos los mexicanos que nos encontrábamos, de desvivían por atendernos, para muchos, era como ver a sus propios familiares. Hacían fiestas por el simple hecho de recibir paisanos. A uno lo trataban como reyes, a mi me gustaba mucho ir a sus casas, completamente americanas pero de corazón mexicano, potosino, matehualense, sobre todo la cocina, no sé cómo hacían pero olía a México, se comía rico.
Conozco poca gente que ha decidido o podido volver.
Recientemente, un ser muy querido regresó a su tierra. Yo lo único que quiero decirle, es que se sienta como en casa, aunque todo a su alrededor sea diferente, pues han pasado muchos años, es probable que se sienta extraño, tal vez las calles, la gente, los lugares o su propio hogar ha cambiado, tal vez, hay muy pocas personas de las que dejó, de algunos ya no pudo despedirse y tenga que visitar en el panteón. A muchos tal vez no nos reconozca. Habrá días en los que probablemente sienta que está de vacaciones, será un proceso inverso, la adaptación será lenta. Confundirá el idioma, tal vez las cosas más simples de su día a día, conocerá otro México, muy diferente al que dejó. Pero un día, aquello pasará y volverá a reconocerse, se mezclará entre la gente, se acostumbrará de nuevo al clima, al sabor del agua, renacerán amistades, tendrá nuevas, descubrirá lugares, se sorprenderá a si mismo, sintiendo paz y alegría.
¡Bienvenido!