Recordando a Juan Rulfo a 30 años de su muerte
7 enero, 2017

Recordando a Juan Rulfo a 30 años de su muerte

Por Yoscelyn Bustamante A.

 

(Apulco, Jalisco, 1918 – Ciudad de México, 1986) Escritor mexicano. Un solo libro de cuentos, El llano en llamas (1953), y una única novela, Pedro Páramo (1955), bastaron para que Juan Rulfo fuese reconocido como uno de los grandes maestros de la narrativa hispanoamericana del siglo XX. Su obra,  ocupa por su calidad el  llamado Boom de la literatura hispanoamericana de los años 60,

 

Juan Rulfo reconocía como su único oficio: vivir. Su personalidad melancólica con sombras de nostalgia se formó cuando aún era un niño y la muerte alcanzó a sus padres. Este halo de soledad  cubriría su obra literaria y le permitiría ser, además, un creador de imágenes.

Rulfo escribiría “a todos los que les gusta leer mucho, de tanto estar sentados les da flojera hacer otra cosa”. A él le gustaba leer mucho, le apetecía la historia, la música de la Sinfónica Nacional y la fotografía, pero a diferencia de los voraces y perezosos lectores, él desarrolló una vasta obra fotográfica en comunión con su trabajo literario.

La sensibilidad nata que poseía la volcó en su gusto por las artes, en particular la música clásica y la pintura, pero sería con la fotografía con la que dejaría testimonio de la desolación que cubría sus letras y sería evidencia de lo que no está, no es visible pero posible.

 

La producción fotográfica de Juan Rulfo sucede entre 1940 y 1958. Se cree, su imaginario visual se alimentó de los trayectos que debía hacer cuando trabajaba para la Goodrich Euzkadi como capataz. De esos kilómetros recorridos registraría la arquitectura, el paisaje y su gente.

Sus primeras fotos, sin embargo, están fechadas a finales de la década de 1930, mismos años en que vieron la luz sus escritos iniciales. Ambos se publicaron en la revista América. Su primera exposición fotográfica, compuesta por 23 imágenes, se llevó a cabo en Guadalajara (1960). Durante los 20 años comprendidos entre las décadas de 1950 y 1970, las fotografías de Rulfo seguían teniendo presencia en diversos medios, hasta que en 1980 se llevó a cabo su primera gran exposición en Bellas Artes: 100 fotografías se expusieron en el palacio como parte de Homenaje Nacional, un reconocimiento al escritor y fotógrafo.

Configuró un lenguaje fotográfico permeado de sentimiento y de un misticismo

desde un ojo poeta, del campo, la raza y las tradiciones. Sus fotografías representaban sus andanzas por tierras para muchos desconocidas, y por las que se detenía para capturar el gesto del paisaje, “de la barda, la pared y las personas”. El legado fotográfico de Rulfo comprende un archivo de más de seis mil negativos.

 

 

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