Recuento
20 marzo, 2018

Recuento

Por Liz Mireles

 

La ocurrencia de dos personas a un tiempo podría definirse como un encuentro.

Algunos poseen un encanto especial que tocan un swicht apagado en la memoria, lo encienden, el disco duro comienza a buscar imágenes y de pronto, se encuentra uno en otra época, la sensación es real, el viaje en el tiempo es frenético, casi posible. El rostro cambia, el ritmo cardiaco se acelera, las pupilas se dilatan y un pequeño shock eléctrico se desata. Es una dosis de alegría, reconocerse en la otra persona, tocar fibras sensibles, ya sean buenas o no.

El gusto de encontrar a alguien desaparecido del entorno desde hace quien sabe cuánto es enorme. La sonrisa en los labios no se detiene, comienza el inventario de cambios y en segundos se trata de reconstruir la imagen que la memoria tenía y que ahora, en fracciones de segundo, decide entre conservarla o sustituirla por la imagen actualizada, sin perder la esencia de aquella persona que seguirá teniendo la edad de cuando se conocieron o de cuando dejaron de verse. Nada cambia y todo es diferente. Las voces suenan igual, las expresiones, las palabras. Es lento el proceso de ver a aquella persona en otro contexto, más aún si uno se quedó y el otro partió. Para uno todo alrededor es cotidiano, para el otro es casi imposible de reconocer porque ha perdido el seguimiento del tiempo. Quiere volver a los lugares comunes y no todos permanecen. Las ciudades cambian, las personas cambian pero los recuerdos permanecen porque son hechos innegables, retratados en la línea del tiempo de cada quien y es casi matemático calcular su cruce.

Resumir esos años de lejanía es un requisito indispensable. Medir la distancia que los aleja es inevitable. Es también una posibilidad de amarrar un nudo a una cuerda que por alguna razón se rompió. Sentir que a pesar del tiempo, parece que fue ayer la última vez que se vieron.

Coincidir , tal vez.

«En realidad,» dice el matemático John Allen Paulos, «La más increíblemente asombrosa coincidencia imaginable sería la completa ausencia de coincidencias.»

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