Tía Nica
6 febrero, 2018

Tía Nica

 

Por Liz Mireles
Espiridiona Gallegos Mendoza nació en diciembre, no sé bien el año pero decía mi abuelo que si él era de 1920, su hermana era un poco menor. Mi tía abuela parece un personaje sacado de un cuento. Para empezar no le gustaba su nombre, el cual le habían asignado por el santoral (Espiridión. Origen: griego. Significado: el de la canasta, sobremonbre del poeta griego Glicón) y decidió cambiarlo más adelante por uno más a su gusto y que en su percepción iba con su personalidad, así que se hizo llamar Nicandra, mejor aún: Nica.
Según lo que me contaba mi abuelo, Nica siempre tuvo un comportamiento rebelde, no encajaba en la sociedad, me la imagino como alguien que quiso adelantarse a su época, incomprendida y con todas las limitantes que una mujer tenía hace años, nunca pudo estudiar, no sabía leer pero era entendía los números, se casó, tuvo una hija, nietos, muchos animales como marranos, gallinas, patos, una vaca, dos mulas, una nopalera, conducía con asombrosa habilidad una volanta, agarraba los nopales y tunas llenas de espinas con las manos, sin guantes, siempre que iba a ver a mi mamá le llevaba una tina repleta de ellas, también nopales. Nos visitaba muy seguido, siempre de falda y delantal, cabello corto y rizado, a veces teñido de negro. Tenía una gran sonrisa, una mirada dulce pero casi no hablaba, ella prefería escuchar. Cuando llegaba a la casa, mi abuelo sacaba unos banquitos, un cuchillo y una cubeta para las cáscaras de las tunas, las pelaban y comían con gran alegría, yo imagino que les recordaba su niñez.

 

Enviudó joven, nunca viajó lejos, nunca tuvo una cuenta en el banco o unas vacaciones en la playa; su vida estaba destinanda a transcurrir en un pequeño ranchito cercano a Matehuala, pero eso sí, no se perdía ni una boda, XV años, fiesta patronal o velorio de los alrededores, una vez la vieron en el sepelio de un habitante distinguido y rumoran que era de las señoras que siempre andaban vestidas de negro como las que contrataban para llorar en los eventos a falta de dolientes.
Nica se quedó con el solar que era de sus padres y debido a que sus demás hermanos emigraron, ella se hizo cargo de las milpas y los cochinos, de eso vivió un tiempo. Aunque estaba acostumbrada a dormir en el rancho de mis amigas, este otro lugar me daba miedo, ahora quisiera volver y llevar a mis hijos.

 

Tengo vagos recuerdos de ahí, había dos habitaciones pequeñas, oscuras, frías, el techo tenía ramas y apenas podía escabullirse algo de luz, tal vez sólo me quedé una o dos veces o tal vez ninguna y dormité mientras la visitábamos, no sé. Yo era muy pequeña.

 

Si cierro los ojos sólo veo ese pequeño rayo de sol por donde caen pelusas. Revivo también el olor de los puercos, me resulta repulsivo pero en un instante se mezcla con todo lo demás. Hay una pequeña cocina con un horno hecho de piedras, de adobe quemado por el fuego, rodeado de cenizas; algo cocina Nica con ayuda de mi madre. Todo alrededor es tierra, el paisaje es color gris, hay otro espacio cercado por nopales, de la mano de mi hermana sigo un camino que nos lleva a la falda del cerro, comenzamos a subirlo pero el camino se acaba y nos da miedo. Corremos de nuevo al patio, queremos alimentar a las gallinas que caminan tranquilas entre nosotras. No hay baño, sólo un cuartito diminuto con una cortina y un pozo. Es terrible la sensación al estar dentro. Buscamos a mi madre con la mirada, nos hace señas para acercarnos. Nica tiene las manos sobre su barriga y ríe y habla, saca de su delantal semillas y las come. Yo la observo, así la recuerdo. Abro los ojos.
Aunque no toda la vida Nica vivió ahí. En una época siendo toda una linda mujer, contrajo nupcias con Don Juan quien fue presidente municipal de Matehuala hace muchos años, digamos entonces que Nica era primera dama de la cabecera municipal, nunca perdió esa maravillosa sencillez que la caracterizaba, aunque le gustaba pasearse en la patrulla policiaca y traer de chofer al más apuesto de los agentes. Tenía una hija que a su vez tuvo 2 hijos y desconozco las razones por las que ella cuidaba de sus nietos y de pronto un día se los llevaron y quedó nuevamente sola.
Sus últimos años vivió en casa de una de mis tías, ocupaba la única habitación con baño, pero como no vivía nadie más en ella, era raro cuando iban visitas y necesitaban usar el baño en la mitad de la noche, tenían que entrar y hacer uso del mismo con la sensación de ser vigilados por alguien, aunque ella siempre fingía estar dormida, aparte era sorda ya para esas fechas, recuerdo que tenía que gritar casi para que comprendiera, a veces no lo hacía pero nunca bajaba la mirada; aunque cuando se trataba de una fiesta escuchaba a la perfección.

 

Era hipocondríaca. Siempre que platicaba con alguien y se tocaba el tema de la salud, Nica salía ganando; si alguien era diabético ella lo era más pero se justificaba diciendo que sólo tenía “azúcar”, si alguien sufría de la presión ella justo acababa de ver al médico, el doctor le recomendó no tomar coca-cola pero ella decía que sólo consumía pepsi.

 

Vivía en un eterno pleito con mi abuelo, eran los típicos hermanos que discutían por nada, lo que uno hacía al otro siempre le parecía mal, es irónico que en sus últimos días, cuando a Nica la atropelló una motocicleta en una calle a la vuelta de su casa y fue trasladada a la capital en ambulancia en un estado de salud delicado, mi abuelo estuvo con ella en el hospital hasta su último respiro, en el fondo se amaban más de lo que demostraban.
Esta es la breve historia de Nica, mi tía abuela, todo un personaje, una mujer que vivió como quiso a pesar de las críticas y de no brillar en sociedad, una buena hermana, una madre solitaria, una eterna niña.

 


Con cariño para mi querida tía abuela Nica.

 

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