El rincón del Mago.
Todos los miedos el miedo
Abelardo Medellín Pérez
La vida en las ciudades nunca es sencilla, uno tarde o temprano sentirá como cae bajo el yugo de una calidad de vida muy peculiar, tanto peculiar que termina por asemejarse a una navaja de doble filo. Por un lado: el ajetreo infranqueable que golpea al urbano moderno, por el otro un malestar igual de encomiable, pero más real: la inseguridad.
Hablar de la inseguridad en nuestro país, es una situación que termina invariablemente por tocar llagas lejanas y cercanas, propias y ajenas, sin embargo, lacera, lo hace profundo y con dolores post-platica. Lamentablemente es un tema que se renueva y se renueva con la constancia con que deberían hacerlo las instituciones encargadas de combatirla, y por lo mismo, cada tanto hay que hablar de esto y recordar que no estamos en el “México en paz” que prometió Peña Nieto iniciado su mandato.
Según el Índice Mundial de Seguridad Interna y Policial (WISPI, por sus siglas en inglés), la policía mexicana ocupa un penoso puesto de desempeño, acompañando, en el abismo de la seguridad internacional, a las policías de Kenia, Nigeria, El Congo y Pakistán. Pensemos; si el primer contacto de los ciudadanos con la ley tiene estas características, ¿las cosas serían mejor puestos arriba con los “peces gordos”? La respuesta la tiene todo ciudadano mexicano expuesto a, por lo menos, un noticiero nacional diario: “no, no son mejores los lideres”. Más que tratar de solucionar el bache de seguridad, fomentan una práctica, cuya existencia merma el desarrollo de un país cornucopia de bienes como es el nuestro: la (más de setenta años vencedora) corrupción.
De acuerdo, el sistema está corrompido, los encargados de velar por la seguridad a nivel “barrio” no ayudan, al contrario, la entorpecen y, en algunos casos, la reproducen con abuso de poder y abuso de “inmunidad”. ¿Qué les queda a los que solo buscamos construir familias, trabajos, patrimonios, vidas, de forma honesta y social?, de la manera menos penosa, y con un enorme pesar, me dispongo a responder que al final, solo nos queda la sensación de estar en una ciudad insegura.
¿Bastante amplia la adjudicación de la respuesta?, ¿mucha generalización?, ¿cómo podemos estar seguros de la respuesta, si las entidades de seguridad que proporcionarían los datos, trabajan con los ojos vendados a mordidas? Bueno, el pasado 17 de enero del presente año, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), presentó la:
ENCUESTA NACIONAL DE SEGURIDAD PÚBLICA URBANA, CIFRAS CORRESPONDIENTES A DICIEMBRE DE 2017.
En este documento, la INEGI pretende exponer y presentar los datos correspondientes a las percepciones de inseguridad entre las personas de 18 años y más. En este texto técnico y explicativo, se presenta información en diferentes y complejos envases burocráticos y algo difíciles de seguir. Así, que solo nos avocaremos por el momento, y en aras de no aturdir la acalculia ni las sensibilidades de nadie, a exponer algunos de los puntos relevantes del documento que, podríamos traducir en: “veremos aquellos números culpables de nuestro miedo y representantes de nuestra desconfianza en el prójimo”.
Antes de entrar en materia (de cosas lamentables), debemos aclarar que los números recabados por la INEGI para esta encuesta solo representa el tiempo comprendido entre septiembre y diciembre del año pasado. Pueden cambiar, disminuyen, aumentan, se mantienen, pero nunca terminan por significar que las ciudades, situaciones o personas se mantendrán de la forma aquí comprendida. A decir verdad, extendemos un deseo de cambio en pro de las mejoras.
Morbo obligado: “¿cuáles son las ciudades percibidas como más inseguras?”: Reynosa, Chilpancingo de los Bravo, Fresnillo, Villahermosa, Coatzacoalcos y la Región Norte de la Ciudad de México, con 95.6, 95.4, 94.8, 94.4, 93.6 y 92.7%, respectivamente. Puede que “La ciudad de las familias felices” en Reynosa tenga que cambiar de dominio, es decir, con esas cifras quizá “felices” sea un adjetivo poco realista para las familias lugareñas.
Pregunta de alivio y esperanza: “¿en qué partes del país, el mexicano tiene menos pesadillas sobre el narco?”: Mérida, Puerto Vallarta, Saltillo, Piedras Negras, San Francisco de Campeche y Durango, con 29.1, 31.5, 36.6, 41.1, 46.6 y 52.3%, respectivamente. Al parecer, la actitud campechana no se ha quedado como solo un decir y ha mantenido a su gente positiva e irreductible ante la falta de seguridad.
Ahora, supongamos que, por azares del destino, nos toca la, sin especificar, suerte de estar en Reynosa o Chilpancingo a media noche, ¿qué lugares sienten los mexicanos que son los más peligrosos para deambular dentro de sus ciudades? Pues el 82.3% de la población siente inseguridad en los cajeros automáticos localizados en la vía pública, 72.9% en el transporte público, 69.2% en el banco y 68.2% en las calles que habitualmente usa.
Estamos entonces ante uno de los peores, escenarios, nuestra vida cotidiana convertida en el habitual escenario de desconfianza. Pensemos: tomamos un camión urbano para ir al centro, caminar a nuestro banco por las calles que ya conocemos, darnos cuenta de que cerró y tener que retirar dinero del cajero. En una actividad tan simple y, a veces, necesaria, ya nos expusimos a los cuatro primeros escenarios de riesgo que los mexicanos consideran los resabios de desgracias.
El resto de los lugares peligrosos que engalanan con oropel sarroso la lista de el INEGI son: el mercado, la carretera, el parque recreativo, el centro comercial, el automóvil, el trabajo, la casa, la escuela… ¡BUENAS!, ganaste una despensa de inseguridad pública y psicosis ante el lugar que habitas.
¿Y… el género?, simplemente no mejora, ni con el botón de alarma y silbato de emergencia del EDOMEX, ni con las juntas estatales (donde ningún alcalde asiste) en S.L.P, o quizá por lo mencionado. La percepción de inseguridad sigue siendo mayor en el caso de las mujeres con un 80.5%, mientras los hombres tienen un número, “todo” despreciable, del 70.6%.
Nuestro querido estado podría estar debajo del 60% en percepción de inseguridad y quizá de esa forma consideraríamos la existencia de algún funcionario que nos guarece ante el panorama funesto. Mas esto no es una playa ni una carnestolenda de paz, sino un lupanar de accidentes humanos que pisan el talón de las ciudades más peligrosas, arrancando el zapato del delito con su pie de talla 88.2. Sí, la percepción de inseguridad en la ciudad capital es de 88.2%. Aunque no siempre fue así, esto pareciese ser responsabilidad de la administración actual, pues en diciembre del 2016 la percepción era de 82.1% que, si bien no dista ni representa un cambio drástico como en otros casos (como el de Ciudad Juárez que pasó de 55.4 a 75.5%), sí vislumbra el cómo se ha degenerado más y más la seguridad del estado. Digo, tampoco podemos dejar pasar el hecho de que en lo que va del 2018 ya existan ocho ejecutados y un feminicidio en la entidad.
Entre líneas podemos leer otros datos igual de interesante: la gente tiene una confianza años luz más solida en la marina que en la policía municipal de su localidad, el acto delictivo más visto fue el consumo de alcohol en la calle con un 65.2%, entre otros datos que con números y gráficas nos recuerdan que México es un estado convulsionante que se ahoga en su propia sangre.
Fuera de la escatología nacida del espacio y tiempo mexicano, de su necro-política generalizada, de los actos delictivos como el callejón sencillo, pero obscurecido, nos tenemos que acostumbrar a la verdad ultima. Estos escenarios existen, conviven con nosotros, y todos los mexicanos terminaran por vivirlos, ya sea de manera presencial o a través del relato contado por la voz fracturada de una victima cuya necesidad de justicia nunca será saciada. Lo triste de estos números y cifras no llega al darnos cuenta de qué lugar ocupamos, sino al abrir los ojos, mirar fuera de la ventana y saber de cierto que, a corto y mediano plazo, no parece que nada vaya a cambiar. Lo triste de todo esto es que las confesiones de los mexicanos encuestados no liberaran la exangüe preocupación anidada en sus espíritus que les provocará una y otra vez terror a ser secuestrados, extorsionados, robados, agredidos en cualquier momento. Terminaremos por coexistir en una connivencia donde reinará el miedo y todos sentiremos lo mismo: que lo peor no está por llegar, sino que está aquí, y está lejos de irse.
“El 75.9% de la población de 18 años y más considera que vivir en su ciudad es inseguro”.
INEGI
(Si se desea ver el documento completo de la INEGI, consultar en: http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/boletines/2017/ensu/ensu2017_04.pdf ).