5 septiembre, 2018

Por Liz Mireles

Tengo la fortuna de tener a mi abuela paterna. Fue su cumpleaños, llegó a los 96 años. Actualmente, ella está delicada de salud, mis tías, amorosamente la cuidan. Tratan de equilibrar su vida personal con el tiempo que le dedican a su mamá. Esto le ha permitido aumentar su calidad de vida. Ella aunque no reconoce a muchos, se ve tranquila, contenta; se siente querida pues en su casa es un punto de reunión para todos sus seres queridos.

Cuando yo era niña, íbamos a visitarla los domingos. Nos levantábamos después de las 9 o 10 a.m., desayunábamos y partíamos hacia allá.

El camino hacia Vanegas nunca se me ha hecho largo. Hay poco tráfico en la carretera, es un camino estrecho pero en buen estado. Cuando llegábamos a Cedral, sentía que ya habíamos recorrido la mitad del camino. Siempre cruzábamos el pueblo por las calles principales, si voy ahora, las recuerdo sin problema. Más adelante, la carretera está muy sola, el paisaje se divide, de un lado el cerro con su camino empedrado hacia Catorce, del otro lado unos cerros muy lejanos. Al llegar a esa desviación ya me sentía cerca. Faltaba pasar por San Juan de Vanegas, un oasis. Muchas veces nadé ahí. Cuando eran solo la cueva y la alberca natural. No sé cómo sea ahora, la última vez que fui habían ampliado, adaptaron albercas más grandes. A mí me gustaba mucho hacer una parada en el bello San Juan. Dice mi papá, que cuando era joven y estudiaba y trabajaba en Matehuala, se iba en bicicleta a Vanegas y siempre se detenía a nadar en ese lugar. Qué maravilla.

Cuando pasábamos la vía del tren, siempre esperaba poder verlo, me gustaba ver el larguísimo cuerpo formado de vagones y vagones que parecían una enorme serpiente de metal, el ruido que hacía, me obligaba a taparme los oídos, me daba miedo y me preguntaba

a dónde se dirigía. Una vez viajé en él hacia Monterrey. Por más que me esfuerzo no logro recordar nada de esa travesía.

Ya en Vanegas, al llegar a la Farmacia, saludábamos y entrábamos por el frente hacia el interior de la casa. Mis abuelos, tenían ese negocio desde que yo me acuerdo. Aún existe. La casa está en un pasaje peatonal que conecta la calle con la estación de trenes. Desde ahí se pueden ver. No es una casa espectacular y sin embargo en una ocasión fue utilizada como locación para la serie Los Héroes del Norte y en el exterior, sobre la calle enmarcó algunas escenas de la película La Mexicana; también se grabaron en Vanegas algunas tomas de la película El Infierno.

No importa qué fecha fuera siempre había al menos otro miembro de la familia de visita. Pero sin duda, las mejores reuniones eran las de fin de año. Mi familia paterna es numerosa, numerosísima. Apenas si cabíamos en la pequeña casa de mis abuelos. La mayoría iban de lejos, nosotros éramos de los más cercanos y casi siempre nos regresábamos a Matehuala pues era difícil encontrar un espacio para dormir.

Mi comida favorita era la sopa aguada. Cada quien la cocina de una u otra manera, añadiéndole su sazón y el de mi abuela era único. Esa sopa y el bistec entomatado que hacía mi madre, son de los guisos que más añoro.

Hace mucho que no voy a Vanegas, espero volver pronto y hacer de nuevo el recorrido acompañada de mis hijos, contándoles cada detalle de las cosas que viví.

Hoy me acordé de todas esas cosas mientras leía las felicitaciones en el chat para mi Mamá Rosita, como cariñosamente la llamamos, ella sembró mucho amor, el mismo que ahora se le retribuye. Gracias abuela por el regalo de vida que le diste a mi padre, a mi y a mis hijos,

Fotos

Los Héroes del Norte

Filmaron en el interior de la casa, sólo requirieron añadir el papel tapiz, todos los objetos como el reloj, los muebles, el mantel, etcétera, pertenecen a la casa de mi abuela Rosita.

Exterior Farmacia El Tepeyac

Estación Vanegas

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