21 agosto, 2018

Astenia

Por Liz Mireles

Mi madre parecía estancada en sus pensamientos, los que la habían llevado a vivir en ese estado de aguda astenia. No hablaba, no expresaba; de vez en cuando la línea dura que formaban sus labios se curveaba un poco, sin definir una sonrisa o un gesto de dolor. Su mirada detenida, hundida entre las pestañas que parpadeaban por reflejo, cuando se volvía borrosa después de unos segundos.

Mi padre, por las mañanas la despertaba, le limpiaba la cara y sonreía. Amarraba una floja trenza que pasaba por encima de su hombro izquierdo; le calzaba unos tenis blancos como si quisiera preparar sus pies para correr. La dejaba sentada en la mecedora del patio y se despedía de ella antes de irse a trabajar.

Ella cerraba los ojos y pensaba en el pasado. Algunos vagos recuerdos llegaban, como el reflejo de luces en el quirófano, un murmullo de máquinas, el palpitar de su propio corazón, la aguja conectada a su muñeca, fragmentos pintados de sangre y un timbre de angustia en las voces que la rodeaban.

Las lágrimas entonces se volcaban desde el pecho y calientes resbalaban por su cara. Pasaba la mayor parte del tiempo en esa silla, meciéndose para arrullar su silencio. Los gatos la acompañaban.

Ese día era su cumpleaños, mi padre quiso festejarlo. Compró cervezas, preparó la cena y puso la mesa en el patio, le habló del trabajo, de las niñas, de la tienda, de los clientes que preguntaban por ella, el alza de los precios, las pocas ganancias, la devaluación del peso, las elecciones, la escasez de fe, su soledad, la guerra interna de su pecho, los galgos en la pista, una lluvia de cerezas, un par de agujas clavadas en la punta del corazón, lágrimas guardadas en un frasquito de alcohol bajo llave en el sótano de hasta que la muerte los separe.

Comenzó a cantar, en un eco ella atrapó su voz, lo miró fijamente y sintió una contracción en los dedos de los pies, un nudo de emociones se juntó en su garganta, levantó la mano derecha y puso uno de sus dedos sobre los labios de él. Entrecerró los ojos y con voz casi insonora, parecida más a un murmullo, continuó la canción con el mismo entusiasmo que siente una mariposa al comenzar el vuelo.

—- Mi madre pasó sus últimos 12 años, convaleciente después de una cirugía que se salió de control. Nunca pudo recuperarse. Siempre he admirado la fortaleza de mi padre, aquel amor incondicional a su lado, hasta el último día de su vida. El 25 de agosto es su cumpleaños y siempre se lo festejaba.

 

Feliz cumpleaños mamá —

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