Abelardo Medellín Pérez.
Tres hombres parados frente a una fogata ven atentamente el fuego, uno de ellos lanza una moneda al aire, los tres dejan de ver las llamas y plantan la mirada en el suelo desierto. La moneda está en el aire, pero ellos no la ven, no la quieren ver; les importa el resultado, ver quién ganará, pero no ven que la moneda gira aún sobre sus cabezas.
A los tres hombres los conocemos, y si no los conoces, te los presento:
El primer hombre es Octavio Pedroza Gaitán, quien fuera candidato a la gubernatura de San Luis Potosí de esa infame y ya olvidada coalición conocida como “Sí por San Luis” que unió a las fuerzas políticas de antaño y no pudo reflejar sus glorias pasadas en las urnas.
Octavio Pedroza sabe que la moneda está en el aire, que aún no hay una declaratoria de validez de la elección y que, de aquí al 25 de septiembre, todo puede cambiar y de la noche a la mañana se pude anular la elección. Octavio tiene la certeza de que el Instituto Nacional Electoral (INE) no puede declarar la validez de la elección, eso lo hace la sala del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y mientras ellos no declaren nada, la moneda aún gira.
Sin embargo, Octavio voltea abajo, no por confiado, sino por apenado; sabe que le falló al panismo con su magnánimo orgullo. Pedroza Gaitán, este señor de bigote y voz ronca, sabe que se metió al juego político como el niño que va a la escuela sin lápiz, como el soldado que se va a la guerra sin fusil. Octavio llegó a la contienda sin una estrategia política o jurídica que lo ayudase en caso de perder y, ahora que perdió por tan poco, ni así tiene como defenderse. No solo lo digo yo; lo han dicho ya personajes como el abogado potosino con amplia experiencia en la materia Gustavo Barrera López, o más recientemente el ex presidente del Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (CEEPAC), Rodolfo Agilar Gallegos.
El otro hombre frente a la fogata, bajo la moneda y viendo el fuego es Ricardo Gallardo Cardona, gobernador electo de San Luis Potosí cuyos únicos bienes políticos presumibles sonsu constancia de mayoría del CEEPAC y sus nuevas y fantasiosas licencias de conducir gratuitas de las que ya hizo hasta infomercial en redes.
No sé si lo sepa, pero si tiene el dinero suficiente para cerrar campaña con música en vivo en plena pandemia, Ricardo Gallardo debería tener, al menos, un asesor que ya le haya dicho que… la moneda aún está en el aire. Que le haya dicho que sus transmisiones donde presume que “esto ya se acabó”, son mas falaces que una mentira contada con alevosía. Debería esperar ver qué pasa con las 3 quejas en su contra que estudia actualmente la Unidad Técnica de Fiscalización (UTF) del INE, con las que se busca emitir un posible nuevo dictamen que podría influir en la declaratoria, o no, de validez. Debería tener decoro, quizá mesura, en vista de que las únicas instituciones en México con capacidad de romper los secretos bancarios, fiduciario y fiscal lo tienen bajo la lupa.
¿Por qué Gallardo mira hacia abajo en este cuento?, pues por mera y cómoda ignorancia. Es mejor salir y cantar a los vientos que su sueño se ha logrado, es mejor salir y decirle a todos los políticos, empresarios y personajes, que su mano es la que hay que besar. Si Gallardo Cardona engalanara su triunfo con ignorancia del proceso, por motivos de mantener un ambiente de paz social para transitar de un gobierno a otro, le daríamos el beneficio de la duda. Sin embargo, no se aprecia eso. Lo que se aprecia es a él presumiendo en redes que sus “contras”, “ya se van”; eso y a su padre (Ricardo Gallardo Juárez) amenazando al gobernador Juan Manuel Carreras. Qué bonita la familia.
El tercero hombre que ve directo al suelo e ignora la moneda que aún gira y a penas cae… somos nosotros. Nosotros, todos los potosinos, somos el tercer hombre parado al pie de la fogata. Lo que es más cautivador: nosotros fuimos quienes lanzamos la moneda.
No me refiero a que la elección sea un proceso azaroso en el que no influyamos y seamos meros espectadores; no. Lo que no controlamos son a las caras de esta moneda. ¿Cómo pedirle amablemente a Octavio Pedroza que no reciba dinero de Tamaulipas (supuestamente)?, ¿Cómo pedirle a Ricardo Gallardo que respete los tiempos electorales y no haga proselitismo meses antes (supuestamente)?, ¿con amabilidad, con amenazas de boicotearlos en las urnas?, claro que no. Tenemos tan mal acostumbrada a la clase política; es ahora igual a un perro malcriado que no conoce los límites de sus cadenas o de sus mordidas.
La moneda sigue en el aire y no la miramos porque, por un lado, sabemos que el resultado es nuestra responsabilidad y al mismo tiempo no. Sabemos que, gane quien gane, si llega uno de los dos hombres mencionados, ninguno habrá ganado por medios lícitos. Miramos al suelo porque la historia de nuestros políticos nos tiene hartos; solo queremos tirar la moneda, que uno llegue, que festeje, que el otro pierda, que se moleste. Mientras nosotros esperamos a que mañana aún haya trabajo, comida y salud. Quizá no vemos la moneda porque, aunque nosotros la tiramos, tanta pelea entre bandos nos hizo ignorar que esto aún no termina, que la moneda aún no cae. Aún no hay nada dicho.
La historia tiene un final lúgubre por simple matemática: la moneda tiene dos caras, o es Octavio o es Gallardo, pero no seremos nosotros. El chiste recurrente. Uno de ellos ganará, uno conseguirá saciar sus intereses y deudas, pero no seremos nosotros. Nosotros lanzamos esa moneda, pusimos el dinero y la energía pues, pero quien gane será uno de ellos. Uno verde o uno azul volteará al cielo el 26 de septiembre cuando la moneda caiga y será bendecido por el dios “democracia”, el otro regresará la vista a la fogata y dejará que su rencor lo consuma. ¿Nosotros?, nosotros habremos perdido, la moneda, la apuesta, el juego. Todo, quizá antes incluso de que la moneda caiga.
Mientras tanto, no lo olviden, la moneda sigue echada y aún no hay nuevo gobernador.